lunes. 07.10.2024
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El autor del artículo disfrutando a tope del océano. © Antoine Lacoste

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Para algunos el hecho de surfear y pasar horas de sus vidas en el agua es más que solo un deporte, es también una disciplina espiritual. Decidimos compartir con vosotros (surfistas o no) un pequeño extracto del libro “Les chemins de la sagesse” (los caminos de la sabiduría, 1999) por Arnaud Desjardin, traducido del francés por Antoine Lacoste.

En este libro el autor explora el tema de la realización espiritual basándose en diversas filosofías y religiones orientales. En el primer capítulo, describe al hombre sabio como aquel que rompe con la dualidad y entiende que “todo lo que existe (y cambia) en el inmenso universo es una manifestación o la expresión de una única energía infinita.” Para ilustrar esta idea, el autor compara al ser humano (que aún no es sabio) con una ola que no se da cuenta que la ola y el océano son una sola cosa. Nos pareció interesante la analogía ya que siendo surfistas dependemos de las olas, es decir del océano para ejercer y ojalá seguir ejerciendo nuestro deporte. Pero de un punto de vista espiritual, somos pequeños seres que se entregan a la merced del océano, comprendiendo que es una energía que va mucho más allá de nosotros y sobre la cual simplemente esperamos poder conectarnos y fluir. Ojalá pudiésemos hacer lo mismo a escala humana, planetaria y universal.

"Cada ola, si se concibe a sí misma como ola, comienza con un nacimiento y termina con una muerte cuando al final de su recorrido se estrella sobre la arena o sobre la roca. Nació un cierto día a cierta hora y muere algunos minutos más tarde. Y es distinta de todas las otras olas que le preceden y le siguen. Si tiene consciencia de sí como ola, si ve las otras olas a su alrededor, siente el doble límite espacial y temporal de su existencia y sabe que va a morir al acercarse a la playa. Y todo la amenaza: el barco que la divide, la resaca de la ola anterior. Pero si acordamos considerar la ola como una expresión del agua, del océano infinito y eterno, la muerte de la ola no es una muerte y el océano no se ve ni aumentado ni disminuido porque una ola nace o una ola muere. Una ola concebida solo como ola no es nada, tan pequeña, tan efímera. Pero si de repente la ola descubre y se da cuenta que es el océano (el océano único que rodea todos los continentes), hasta la más mínima ola de Saint-Raphaël o de Trouville tiene el derecho de decir “Riego la costa del Kerala en India, rodeo la estatua de la libertad en Nueva York, y relleno el puerto de Papeete en Tahiti.” Y esta pequeña ola del martes 11 de agosto a las 9.05h también sabe que llevó el navío de Cristóbal Colón, la Armada y las galeras de Luis XIV. Todas las olas son diferentes pero el agua está por todas partes y siempre es la misma. Y una ola que sabe lo que es el agua sabe lo que es el océano y sabe lo que son las otras olas. El discípulo es la ola que aún se percibe como ola. El sabio, el liberado, el jivanmukta, es la ola que sabe con todo su ser que es el océano.”

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Ilustración vía Lizzy, pincha en la imagen para leer el artículo Sal, roca y espiritualidad: guía práctica de meditación

Así, el ser que se desliza sobre su tabla para ser uno con la ola es en definitiva uno con el océano. También es uno con las otras olas; es uno con los otros seres que fluyen con las otras olas, es uno con los otros seres. Nuestro ego es el motor de la diferenciación con lo que nos rodea, pero si todos somos parte de la misma energía, todo acto que dirigimos hacia otro ser es un acto que dirigimos hacia nosotros mismos. Tratar a la gente, a los animales, a las plantas, al mar con amor y respeto es tratarse a sí mismo con amor y respeto. Al contrario, nuestra violencia externa se ve reflejada hacia nuestro ser y genera sufrimiento.

Os dejamos reflexionar con otra cita del libro: “Un océano único produce continuamente olas que aparecen y desaparecen pero estas olas tienen su ser en el océano; el océano permanece en ellas y ellas permanecen en el océano. Y cada ola es diferente, cada ola es única. Estás en Dios como la ola está en el océano y Dios está en ti como el océano está en la ola.  Sin embargo la ola no es el océano ya que hay miles de olas y solo hay un océano; las olas nacen y mueren sin cesar, el océano no nace ni muere.”

Fuente: Desjardins, A., (1999), Les chemins de la sagesse, Francia, Editorial La Table Ronde.


 

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