martes. 19.03.2024
barco-javier
Isla de Gorgoña

38º 59.1′ N 003º 21.4′ W

Escribo como es habitual desde la mesa de derrota del puente de navegación en este pequeño buque mercante de casi cien metros de eslora. Lo hago de noche siguiendo la costumbre, en la guardia de segundo de 0000 a 0400, como dice el cuaderno de bitácora New Day Begins.

Estamos navegando en una zona de baja presión, aunque no lo suficiente todavía, se espera que baje de los 1000 hPa. El tiempo ha empeorado desde la tarde, llegando a un viento del SW fuerza 7 como marcaban las previsiones y un mar picado que llega a escala 6 ahora mismo. Nos embarca agua en la proa, pantocazos continuos, aunque la leva todavía no se levanta, como no lo suele hacer en este Mar Mediterráneo que hoy nos cobija. Las previsiones no son nada alentadoras, pero para nada son malas, eso sí, algo sorprendentes en esta época del año.

Todo esto hace que nuestra velocidad baje hasta los 5,5 nudos cuando esperábamos estar navegando a más de 10. Además, tenemos que controlar las revoluciones de la propela que ahora están en casi 27.000. Vamos cargados hasta arriba de bentonita, un mineral en grano, con unas 5.200 toneladas, lo que hace que llevemos un calado en la popa de 6,5 metros (0,60 metros de asiento apopante). Ir a 10 nudos era una utopía y llegar a Pasajes (1.695 millas náuticas) en siete días, un sueño de una noche de verano.

Las condiciones meteorológicas no nos afectan en demasía de no ser porque reducen nuestra velocidad a la mitad, al final no estamos tan mal. El que sí está mal y no lo quiere reconocer (o eso parece) es el barco velero de 8 metros de eslora, Berchamp, o eso entiendo por radio. Lleva cuatro horas a la deriva esperando a decidirse entre solicitar rescate o no, por el momento las autoridades de Palma ya se han puesto con él y esperan llegar a la zona en 30 minutos, sigo en escucha continua en el canal 16.

En cuanto a navegación no puedo añadir nada más por el momento, esperamos que la cosa se ponga mejor en Palos y Alborán, pero desde luego en el Atlántico y más en Finisterre irá a peor, es el Océano amigos.


Formentera, Ibiza, Mallorca, Cabrera, Conejera, Menorca, Córcega, Capraia, Gorgoña y Córcega.

Islas. Trozos de tierra en medio del mar, pero inamovibles con el paso del tiempo. Ahora me pregunto, ¿cómo debe ser vivir en una isla? Ahora que desde aquí las admiro entiendo los estereotipos de gente tranquila y ausente que llevan por traje la gente insular. Siento una mezcla de tranquilidad y libertad que no puedo describir cuando veo un trozo de tierra erguirse en mi horizonte.

Unas más y otras menos según su tamaño y geografía eso está claro, pero todas me impregnan del sabor de la soledad bien disfrutada que lleva consigo la vida de sol y sal. Esa calma con la que sopla el viento, fresco y húmedo que viene de algún lugar en el que probablemente tengan más prisa que nosotros. Siento como el mundo toma una simplicidad inédita en este mare nostrum que hoy nos deja surcarle tranquilos no como antes hicieran todos los imperios de Europa. Me siento como el isleño tranquilo que cruza de Espalmador a Formentera para leer el periódico dominical, también me siento el guiri perdido que fui en las costas de Santa Eulalia después de Ibiza, por otro lado, me veo tranquilo en Porreres en el centro de Mallorca, pensando en qué cala visitar, si subir a Alcudia o bajar a Palma. Después me veo circundando en laúd la bonita y solitaria isla de Cabrera y Conejera para al día siguiente llegar a Menorca a cargar en Mahón.

Siguiendo más al Norte me veo aprovechando el aire que ayer usaba un windsurfista para llegar a la reserva natural de la isla de Gorgoña, no sin antes navegar unas millas al sur y echar la vista hacia la isla de Capraia donde se mezclan mar y montaña. Acabaría mi viaje, durmiendo tranquilo bajo dos luces naranjas y una luna que ya mengua en el espacio natural de Scandola al Oeste de Córcega. Lo malo de este viaje es que se terminaría sin remedio en Stintino, otro parque natural al Oeste de Porto Torres, esta ciudad que me vio ocupar su único muelle.

Qué decir de la vida tranquila insular. Quiero probarla y siento que lo haré, mi cuerpo y casi más mi mente lo necesitan, aunque solo sea para decir yo he estado allí, me he paseado descalzo por las caleyas de piedra fina, he dormido en el último cabo, he bien perdido todo el tiempo de mi mundo en disfrutar de un par de libros escondido en la playa, he descubierto viviendo en una isla perdida de cualquier sitio, pero contigo, que mi Norte está donde acaba tu Sur.

Hasta que pueda llegar algún día a confirmar esto, Buena Guardia

Destination: Pasajes, Spain


 

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