Si echamos la vista atrás, pongamos 20 años, nos daremos cuenta de que las montañas del Pirineo han cambiado bastante. Geológicamente no, pues es un tiempo ínfimo para que el movimiento de las placas tectónicas y la erosión provoquen cambios perceptibles. Se ha reducido la extensión de los glaciares por culpa del calentamiento, pero no me refiero a este cambio. Voy a hablar de las transformaciones provocadas por nosotros a un nivel menos global: construcción de pistas y carreteras para vehículos, letreros, carteles, refugios tipo hotel, regulaciones y prohibiciones.
Desde que tenía 17 años recorro a pie las montañas del Pirineo. Mis inicios en el montañismo fueron poco ortodoxos. Extendía un mapa de Alpina sobre la mesa y buscaba lugares apartados de los núcleos urbanos, sin refugios ni pistas anchas, y preferiblemente lejos de las cumbres más famosas. Me fijaba en que hubiese un ibón o un río y que pudiera hacer una ruta circular de varios días. Mi equipo era precario y mis conocimientos limitados. Excepto en invierno, siempre calzaba bambas, pues consideraba que las botas no eran necesarias para caminar por la montaña. Cuando llovía me protegía con una capelina, impermeable pero no transpirable, de modo que al cabo de un rato la humedad me calaba hasta los huesos. Si había nieve usaba bolsas de basura a modo de polainas. Llevaba un saco de dormir de tipo playero y solía dormir en tienda de campaña.
1 y 2 - Dos refugios libres, pequeños y sin ningún lujo que respetan el medio ambiente y apenas causan un incremento de visitantes a la montaña.
Recuerdo muy bien mi primera excursión. En cuatro días queríamos ir desde Boï hasta Espot pasando por Aigües Tortes y luego, de regreso, desviarnos un poco para subir el Aneto. Nuestra idea era llevar poca comida porque pensábamos pescar en Aigües Tortes y recoger frutos silvestres, como habíamos leído en un libro sobre supervivencia. Pero no pudimos pescar y no encontramos ningún fruto, por lo que pasamos bastante hambre. La montaña nos puso en nuestro sitio sin miramientos. Aigües Tortes me decepcionó mucho, había oído hablar maravillas de ese lugar, así que me lo imaginaba como una especie de paraíso natural. Pero de eso nada. De camino, por una pista asfaltada bastante estrecha, iban y venían coches constantemente. La mochila me molestaba por todas partes. Los tubos metálicos del armazón externo se me clavaban en los omóplatos y en la zona lumbar. Pero no encontré el modo de mejorar las cosas. Una vez arriba había montones de gente y una construcción horrible con forma de cúpula a la que no supe encontrar ningún sentido. El entorno era precioso, pero el conjunto muy decepcionante, así que seguimos caminando en busca de lugares más solitarios. Al anochecer, en medio del bosque, construimos una rudimentaria cabaña con ramas y un plástico que ofrecía una protección bastante deficiente de la lluvia y del frío. Fue una noche dura. Al día siguiente llegamos a Espot, y como teníamos tanta hambre nos quedamos en un hostal. Durante la cena acordamos de común acuerdo regresar a Boí sin desviarnos para subir el Aneto. Habíamos cometido unos cuantos errores, pero la experiencia valió la pena, tanto que pasados casi 40 años todavía me acuerdo de lo principal.
Poco a poco, a costa de sufrir los rigores de la montaña, fui modernizando el equipo. Con mis primeros crampones pude por fin subir cumbres heladas con seguridad; antes usaba un pico pequeño para tallar escalones. El abandono de las camisetas de algodón y la adquisición de prendas de Gore-Tex me permitieron estar seco aunque lloviera o nevara.
Tienda de campaña de gama alta, saco de dormir de plumón, esterilla hinchable, altímetro, GPS.., todas estas cosas, adquiridas a lo largo de los años, hicieron más seguras y cómodas mis excursiones por el Pirineo, aunque redujeron un poco la sensación de aventura.
Pero lo que no ha cambiado es mi modo de ver la montaña y la naturaleza. Siempre me ha gustado ver cielos estrellados y paisajes que se pierden en la distancia sin vestigios de artificialidad. Ya quedan pocos lugares así, no solo en el Pirineo, sino en todo el mundo. Y albergo serias dudas de que sigan existiendo dentro unos años.
En España, para preservar los espacios naturales se crearon áreas protegidas (parques nacionales, parques naturales, reservas, etc.). Las subvenciones del gobierno y de la Comunidad Europea sirven para establecer un servicio de vigilancia y gestión de las áreas naturales, financiar proyectos de investigación, etc. Pero el turismo genera mucho dinero, y si se facilita el acceso y se mejoran las infraestructuras, los pueblos vecinos se enriquecen, aumenta la popularidad de la zona y con ella la cuantía de las subvenciones. El resultado de esta política es bueno para el turismo, pero nefasto para la naturaleza.
La protección de la naturaleza no requiere mucho dinero, ni construir pistas para vehículos todo terreno, ni colocar letreros por todas partes, ni desde luego sembrar la montaña con refugios de cinco estrellas; los animales y las plantas no necesitan todo esto. Por el contrario, cuanto más difícil es el acceso a la montaña (ausencia de caminos marcados y refugios-hotel), mejor es el nivel de protección, pues a la mayoría de las personas no les gusta aventurarse con un mapa y una brújula, y menos aún acarrear una pesada mochila llena de comida, ropa, tienda de campaña, saco de dormir, etc. Es así de sencillo.
Poco a poco, a medida que pasan los años, las montañas prístinas de antaño se están convirtiendo en montañas humanizadas, cómodas, adaptadas a nuestras necesidades en detrimento de las de la vida salvaje
Ordesa y Aigües Tortes, por ejemplo, albergan lugares de increíble belleza, pero debido a su fácil acceso y a las amplias comodidades que ofrecen soportan la presión de decenas de miles de turistas cada año, que de una forma u otra trastocan el equilibrio natural de los ecosistemas. Poco a poco, a medida que pasan los años, las montañas prístinas de antaño se están convirtiendo en montañas humanizadas, cómodas, adaptadas a nuestras necesidades en detrimento de las de la vida salvaje.
6, 7 y 8 - Campamentos en plena naturaleza que no dejan ni rastro de nuestra presencia. La normativa actual favorece el uso de refugios guardados en detrimento de la acampada, una actividad prohibida en muchas zonas cuando hay un refugio cerca.
Resulta paradójico que existan normas estrictas que prohíben acampar en la mayor parte del Pirineo y que al mismo tiempo se dé rienda suelta a la construcción de enormes refugios-hotel que incentivan la circulación de miles de personas por un entorno que no está preparado para ello. Esta red de refugios de gama alta ha popularizado todavía más la ascensión a los grandes picos y las rutas pirenaicas, como Carros de Foc, la Alta Ruta de los Perdidos y la Transpirenaica. En el siguiente enlace se pueden ver los alojamientos de la ruta Carros de Foc.
11, 12 y, 13 - Tres fotografías que muestran un paisaje libre de elementos artificiales, todas ellas tomadas a lo largo de excursiones de varios días. A diferencia de las salidas de tipo sube y baja, pasar varios días y noches en la montaña requiere llevar mucho más peso, pero también permite conectar con la naturaleza de una forma mucho más intensa.
Es posible que en el futuro la gente vuelva la vista atrás, gracias a fotografías y vídeos antiguos, y se pregunte por qué hicimos lo que hicimos, por qué destruimos un entorno natural único y diverso. También es posible que nos demos cuenta antes e invirtamos el proceso de humanización de la naturaleza. Pero honestamente, creo que esto último no sucederá.