Los reportajes fotográficos que implican emociones humanas se tienen que abordar con tacto, poniéndonos en la piel de las personas que se encuentran al otro lado de la cámara.
Su objetivo nunca ha de ser ganar concursos o publicar momentos impactantes en redes sociales para conseguir notoriedad o “me gustas”. Por el contrario, su propósito ha de ser concienciar a un público demasiado amplio que no conoce bien los problemas que se explican.
En esta ocasión os voy a enseñar un trabajo fotográfico sobre la gestión de los residuos en Pakistán, con especial énfasis en el plástico, que es la basura más abundante.
Este material se inventó en Estados Unidos en 1860, curiosamente para sustituir al marfil de las bolas de billar. Entonces era un material caro y escaso, con pocas aplicaciones. En 1907 se inventó la baquelita, el primer plástico sintético. En las décadas de 1920 y 1930 aparecieron el policloruro de vinilo (PVC), el polietileno y el poliestireno. Año tras año se fueron desarrollando plásticos nuevos para cubrir diferentes necesidades, pero no fue hasta la década de 1960 cuando el plástico empezó a suponer un serio problema para el medio ambiente. A partir de entonces la producción mundial se disparó, y este material invadió el mundo, para bien y para mal.
Cada año, Pakistán genera algo más de 50 millones de toneladas de basura, que se amontonan sin control en gigantescos vertederos situados en la periferia de las grandes ciudades. En estos lugares invisibles, una variada comunidad de personas, en el escalafón más bajo de la sociedad, trata de subsistir recogiendo objetos de plástico y aluminio.
En las grandes ciudades de Pakistán la mayor parte de la basura sólida va a parar al suelo, de donde se recoge de forma más o menos organizada entre el 60 y el 70%.
En los bazares, todo lo que sobra se tira al suelo. La materia orgánica es consumida por los animales o acaba descomponiéndose con el tiempo, pero el plástico permanece a menos que alguien lo recoja.
En un campo de criquet improvisado los envases de lo que se consume, mayoritariamente de plástico, van directamente al suelo. Es lo normal; casi nadie considera que deshacerse directamente de la basura sea un acto incívico y poco respetuoso con el medio ambiente. Las cabras y las vacas consumen la materia orgánica, que a menudo va acompañada de partes de bolsas de plástico.
Gran parte de la basura que no se recoge acaba en canales, cloacas y ríos, y finalmente en el mar, el gran sumidero de plástico de la Tierra, que cada año suma entre 5 y 13 millones de toneladas. Se calcula que a mediados de siglo en el mar habrá más masa en plástico que en peces.
Cuando comenzó la fabricación de plástico a gran escala, sobre 1960, la población mundial era de unos 2500 millones de personas. Hoy, en 2024, supera los 8000 millones, y sigue creciendo. Y por supuesto, ahora el consumo de plástico por habitante es mucho mayor que a mediados del siglo XX.
Una parte de la basura que la gente tira por la calle la recoge una cuadrilla de basureros en carros y carretillas, y luego la depositan en zonas más o menos fijas de la ciudad, donde se amontona.
A estos depósitos de basura improvisados acuden personas en busca de cualquier cosa que puedan aprovechar para su uso personal, por ejemplo sacos, bolsas grandes, colchones, ropa, bidones…
El resto se carga en camiones y tractores municipales que lo llevan a vertederos más grandes, donde cuadrillas de chatarreros recogen principalmente objetos de plástico y aluminio para luego venderlos.
Pero la inmensa mayoría de la basura va a parar a enormes vertederos sin control situados a las afueras de las grandes ciudades. Aquí se amontona todo tipo de plásticos, metales, papel, caucho, vidrio, etc. También hay materiales tóxicos procedentes de países ricos, que los exportan a Pakistán amparados por la corrupción de altos funcionarios.
Al fondo de la imagen se ve el humo que despide la chimenea de una fábrica artesanal de ladrillos.
Enormes montañas de desperdicios sustentan a una comunidad compuesta por pakistanís y afganos que huyeron de los talibanes en 2021. Todos ellos pertenecen al escalafón más bajo de la sociedad.
Aquí, hasta donde alcanza la vista, todo es basura. El suelo no es firme, sino que se hunde sobre un fondo de desperdicios en descomposición.
En medio de toda esta inmundicia hay vacas y cabras que se alimentan de los restos de materia orgánica. Algunos de estos animales acaban muriendo por la ingestión de bolsas de plástico.
Los basureros recogen todo tipo de plásticos, principalmente botellas de PET, que es el residuo más valorado. También buscan latas y otros productos de aluminio, que alcanzan precios altos en el mercado de la basura.
Una vez agotados los objetos de más valor se centran en restos de plástico duro, bolsas, etc., mientras las excavadoras remueven y apisonan el terreno.
Obviamente, los niños del vertedero no van a la escuela, pues han de contribuir al sustento de sus familias. Aquí, las infecciones son habituales por la falta de higiene y la proliferación masiva de patógenos. El aire que se respira está cargado de partículas tóxicas que afectan seriamente la salud de toda la comunidad de basureros.
Excepto para la clase alta, los servicios médicos en Pakistán son bastante deficientes. Los centros hospitalarios son gratuitos, pero el tratamiento y las medicinas hay que pagarlos, lo que supone una barrera infranqueable para muchos.
Cuando llega un camión rebosante de basura fresca, un numeroso grupo de personas se abalanza sobre la carga para recoger lo más valioso y meterlo en sacos.
Los retratos, directos y sin artificios, dan una idea de las duras condiciones en las que vive esta comunidad de basureros. En la última foto vemos a un hombre con su hijo en brazos, y en el fondo, a la izquierda del niño, un búfalo muerto, posiblemente por la ingestión de bolsas de plástico
Los recolectores llevan su cargamento en sacos a centros improvisados de separación de basura. Dependiendo de su composición se la pagan a diferentes precios. Luego la clasifican y la venden a empresas relativamente organizadas para su reutilización o reciclaje. Los trabajadores de esta segunda etapa, en un escalafón algo superior de la sociedad, obtienen desde 10 rupias el kg para las bolsas de plástico hasta 150 rupias el kg para las botellas de PET.
El reciclaje del plástico, lo haga quien lo haga y con los medios que sea, dista mucho de ser circular y perfecto. El plástico no es como el vidrio, que se puede reciclar indefinidamente y no contamina. Incluso suponiendo que la separación entre los muchos tipos de plástico sea perfecta, que nunca lo es, casi siempre hay que añadir plástico sin reciclar a la mezcla. Además, está el problema de la infinidad de aditivos que se añaden para dar color, maleabilidad, elasticidad, transparencia, resistencia, etc. al producto final. Estos aditivos se pierden durante el proceso de reciclaje y se tienen que volver a añadir. Todos estos problemas hacen que resulte más barato fabricar plástico a partir de materias primas derivadas del petróleo.
Los chatarreros viven en campamentos improvisados en suburbios de las grandes ciudades. Algunos de estos campamentos están cerca del vertedero, pero otros se encuentran a varios km de distancia, donde el aire está algo más limpio. Su tamaño varía enormemente, desde unas pocas decenas de tiendas hasta centenares, formando barrios enteros.
No todos los habitantes de estos campamentos se dedican a la recolección de basura, pero todos desempeñan trabajos duros, peligrosos y mal pagados. Algunos no trabajan, simplemente porque no pueden: niños pequeños y sus madres, ancianos, ciegos, minusválidos, enfermos...
Reportaje en vídeo
Enlace al vídeo en nuestro canal de INDOMITUS en YouTube:
En este breve reportaje, compuesto por vídeo, fotos y texto, puedes ver de forma resumida el día a día de algunas de las personas que viven al margen de la sociedad próspera de Pakistán.