Si hablamos de lugares paradisiacos del planeta, sin duda el archipiélago de Maldivas será uno de los lugares recurrentes.
Veintiséis atolones y más de mil islas coralinas, playas de arena blanca, mares turquesa y arrecifes que atraen a multitud de especies marinas, todo ello constituye un destino soñado y exclusivo en el Océano Índico.
Algo de Historia
Curiosamente fue en 1960 cuando una misión de la ONU, de visita en el archipiélago, declaró que estas islas no eran aptas para el turismo.
En aquellos tiempos, no había inversiones extranjeras. El remoto archipiélago, habitado principalmente por pescadores, no era muy conocido en el mundo exterior. Solo había dos pistas de aterrizaje en el país. Uno estaba en la isla de Hulhule (el actual aeropuerto internacional de Velana) y otro en la isla de Gan en el atolón de Addu construido por la fuerza aérea británica, pero aún, no había vuelos regulares.
La historia del turismo de Maldivas comenzó con una reunión en Colombo entre George Corbin, un agente de viajes italiano y Ahmed ‘Kerafa’ Naseem, entonces miembro del personal de la embajada de Maldivas en Sri Lanka, que luego se convirtió en Ministro de Relaciones Exteriores de Maldivas. En ese momento, Corbin estaba buscando islas deshabitadas donde pudiera traer a italianos a nadar y pescar. En su primera visita a Malé, con Naseem en un carguero en 1971, Corbin se enamoró de las Maldivas a primera vista y abandonó el país solo para regresar con más turistas.
En febrero de 1972 llegaría con Corbin el primer grupo de turistas, principalmente periodistas y fotógrafos y se alojaron en tres casas muy corrientes en Malé, hoy existen 154 resort de las mejores y más exclusivas cadenas hoteleras del planeta.
Un modelo
El modelo en Maldivas es el de “una isla un resort”, lo que significa que un hotel ocupa toda una isla, con su población compuesta enteramente por turistas y el personal del hotel sin habitantes locales. Este modelo pretende brindar una mayor privacidad y exclusividad al turista.
Desde 2010, la política económica del gobierno permite a los inversores arrendar una isla para su explotación entre 50 y 99 años, bajo una serie de condiciones.
Las islas utilizadas para el turismo suelen tener un tamaño entre 1 y 2 km2 y están compuestas de arena y coral con una altura máxima de unos dos metros sobre el nivel del mar. Además de la playa que rodea la isla, cada isla tiene su propio "arrecife de coral" que sirve como jardín y acuario natural para los buceadores. El agua poco profunda encerrada por el arrecife también sirve como una gran piscina natural y protege a los nadadores de las olas del océano y las fuertes corrientes de marea fuera del arrecife.
En el año 2019, el número de visitantes fue de 1.703.000 siendo Francia y China el principal origen de los mismos. En el 2018 el 34,4 % de los ingresos del gobierno provinieron del turismo, alcanzando unos cuatro cientos millones de €, de los cuales 82 millones provinieron del alquiler de las islas. Este mismo año, aterrizaron en la isla más de 22 mil vuelos. El número de camas disponible fue de 32000.
La mayoría del tráfico turístico, no pasa por su capital Malé, a la llegada al aeropuerto, son trasladados o bien por hidroavión o bien por lancha a la isla elegida en el correspondiente atolón.
Todo lo anterior, son datos que configuran un modelo turístico de éxito que ha logrado un crecimiento impactante. Pero todo tiene “peros” y los que vamos a desarrollar a continuación no son menores.
Antes de entrar en harina, aporto un nuevo dato: La isla de Thilafushi, la isla vertedero de las Maldivas, crece un metro cuadrado al día en extensión y su altura alcanza los 3 metros, la mayor del archipiélago y formada por autentica y genuina basura.
Maldivas y el medio ambiente
Sus lujosos resorts de playa pueden ser mundialmente famosos, pero con más del 80% de sus 1.200 islas ubicadas a menos de 1 m sobre el nivel del mar, el aumento del nivel de los océanos amenaza su existencia. La inestabilidad política que ha sufrido el país no ha propiciado el que los equipos de trabajo gubernamentales hayan avanzado notablemente en los temas medioambientales mientras que la presión turística lo ha hecho exponencialmente.
Dos tópicos sobre la vida en una isla son especialmente ciertos en Maldivas: la mayoría de los bienes de consumo provienen de fuera y la mayoría de los desechos son producidos por los turistas. Maldivas, una nación en desarrollo, carece casi por completo de manufactura local, un solo turista produce casi el doble de basura por día que un residente de la ciudad capital de Malé, y cinco veces más que los residentes de las otras 200 islas pobladas, según estadísticas gubernamentales. En consecuencia, la pequeña nación insular fue clasificada el año pasado como el cuarto mayor productor per cápita de desechos mal administrados del mundo.
El país solo tiene atún y cocos, el resto de productos se importa y actualmente esto significa toneladas de envases. Cada día llegan a Thilafushi entre 15 y 20 barcos cargados con unas 800 toneladas, en las que se incluyen las más de trescientas mil botellas de plástico generadas a diario, los 104 millones de bolsas no degradables que entraron en el país en 2018 y los 3,5 kg de basura generada diariamente por cada turista. La cantidad de residuos generada anualmente en el país es de 365.000 toneladas según The World Bank
En los años 70, el gobierno tomó una decisión y fue crear una isla donde se vertieran y quemaran los desechos. Y así surgió Thilafushi, una isla artificial creada con basura para recoger la basura.
En esta isla, cientos de trabajadores migrantes trabajan sin equipo de seguridad para procesar y quemar montañas de basura, que incluyen baterías, asbesto y desechos médicos sin tratar. Con botellas de plástico, bolsas, latas de comida y otros detritos flotando desde sus costas hacia el Océano Índico, y columnas de humo que se elevan desde los montículos de desechos humeantes, Thilafushi demuestra el precio de la creciente prosperidad, el aumento del turismo y el crecimiento de la población en esta pequeña nación emergente. La quema de residuos, que además no son separados, produce una gran cantidad de CO2, dióxido de nitrógeno y otros gases tóxicos que se transmite al aíre.
Los plásticos que matan la vida
Los científicos marinos de la Universidad de Flinders en Australia registraron que los niveles de contaminación por microplásticos encontrados en las arenas a lo largo de las costas de Maldivas se encuentran entre los más altos del mundo, con muestras promedio que registran unas cifras de 822-197 por kilogramo.
La profesora Karen Burke Da Silva, afirma que una de las principales razones por las que la contaminación por microplásticos en las Maldivas es tan alta es debida a la falta de un sistema de gestión de residuos adecuado en el país. Destacando que la cantidad de desechos que se están produciendo en el país ha aumentado en un 58 % en los últimos 10 años. Los organismos marinos comenzaran a sufrir efectos negativos si no se encuentra pronto una solución.
El gobierno ha elaborado un plan de mejoras. En él se prevé que en 2023 se inaugure un incinerador, parcialmente financiado por el Banco Asiático de Desarrollo, que puede quemar 500 toneladas de residuos al día.
El plástico es la materia prima perfecta para la incineración, ya que ayuda a llevar la temperatura del horno al calor crítico necesario para quemar gases tóxicos. Pero el plástico también es un combustible fósil solidificado, que contribuye casi al doble de las emisiones de carbono del sector de la aviación. La incineración podría resolver el problema inmediato de la basura plástica, pero a costa de empeorar la crisis climática y el consiguiente aumento del nivel del mar, lo que contribuiría a la desaparición del país.
Para reconocer los impactos ambientales, sociales y de salud de la contaminación plástica en las Maldivas, el Ministerio de Medio Ambiente ha formulado un plan estratégico, “Plan de eliminación de plásticos de un solo uso 2020-2023”, que cuenta con el respaldo del gobierno.
Está prohibición debería haber entrado en vigor el 1/6/21 y debido a las restricciones de la Covid-19 lo hará un año más tarde.
Incinerador contra “0 basura”
El Banco Asiático de Desarrollo (BAD) aprobó un préstamo y una donación en condiciones favorables por valor de 73,39 millones de dólares, de un presupuesto de 151 millones, al Gobierno de Maldivas para desarrollar una instalación de tratamiento de desechos (Incinerador) utilizando tecnología de conversión de desechos en energía (WTE) e infraestructura de eliminación para la región del Gran Malé y las islas periféricas vecinas
El 24 de marzo de 2021, más de 50 grupos ambientalistas y de derechos humanos han instado al Banco Asiático de Desarrollo (BAD) a dejar de financiar incineradores de conversión de residuos en energía mientras el mundo enfrenta crisis climáticas, de salud y económicas.
En la carta se indicaba que el citado proyecto plantea riesgos fiscales, ambientales y sociales irreversibles y de largo plazo para el BAD debido a incompatibilidades operativas con la composición de desechos de la región y las regulaciones existentes y los altos costes en inversión que las ganancias por sí solas no pueden recuperar”.
Medidas que surgen de la población
Varias ONGs locales en colaboración con entidades asiáticas y de otros países, están promoviendo iniciativas para concienciar a la población en conceptos de economía circular, de reciclaje y reutilización de materiales, en el compostaje, en la eliminación de la quema de residuos al aire libre y en la no utilización de plásticos de un solo uso.
La eficiencia energética y la utilización de energías renovables deben ser obligatoria en los establecimientos hoteleros, que deben controlar los residuos producidos y que, aún hoy en día, son vertidos al mar por muchos de ellos sin control.
El papel de la industria turística
El turismo es la principal fuente de ingresos de este país, por lo tanto existe una obligación de contribuir decididamente a aportar medidas que tiendan a solucionar el problema y a crear una conciencia medioambiental, entre los cientos de miles de personas que cada año visitan este país. Hay que incluir en la lista de demandas a la hora de realizar una reserva o contratar un hotel ¿cuál es su política con respecto al tratamiento de residuos, cuidado del entorno, alimentación sostenible, etc.? De esta manera contribuiremos a que la sostenibilidad sea uno de los ejes sobre los que pivote el desarrollo, el bienestar y el futuro de este país y su gente.
Los turistas deben ser conscientes de donde están y cuáles son las consecuencias de sus hábitos y de los productos que utilizan. El dinero no puede pagar todo y menos aun cuando solo se cubre la parte productiva de las cosas y no el valor de su reciclaje o reutilización. Lo más sencillo y económico de reciclar es lo que no se ha producido.
El turismo no puede convertirse en algo depredador que extrae lo mejor de cada lugar del planeta hasta dejarlo devastado, para a continuación, buscar un nuevo lugar y repetir la misma operación. Esta experiencia la hemos vivido demasiadas veces en los últimos años y en nuestras propias carnes.
¡No hay plan B!
Jose Antonio Masiá es fundamentalmente un viajero y un amante de la naturaleza. La montaña ha sido su pasión desde niño y esto le ha llevado a caminar por las principales montañas del planeta y a ascender a muchas de ellas. Con casi cien países visitados, lleva cuarenta años al timón de Trekking y Aventura, la agencia de viajes pionera en este tipo de actividades en nuestro país.
Conéctate con Sal&Roca! Síguenos en Facebook, Twitter e Instagram