martes. 19.03.2024
boulder-rocodromo-waltopia_opt

En mi barrio han abierto un roco nuevo muy moderno, con paredes de 11 metros y sistema de auto-belay, que si no sabes lo que es te puedes mirar un video en youtube, pero básicamente es un cable que baja del techo con un mosquetón en el extremo pa que te lo ates al arnés y que funciona un poco como un cinturón de seguridad, o sea que si subes el cable se va recogiendo y si te caes frena la caída y caes muy lentamente.

Total que estaba yo muy ilusionado con el auto-belay este, probando unos pasos un poco duros de un 7a en una pared con desplome y así es como descubrí que si te caes en una ruta con desplome penduleas mucho. En esta pared en concreto penduleas hasta unos bancos muy mal situados en los que la peña se piensa que están seguros y alejados de las tormentas de raining men a cámara lenta, pero es mentira. Los raining men a cámara lenta te pueden caer en toa la puta cara.

La ruta en cuestión tiene una pinza imposible de agarrar en to lo gordo del desplome. Un paso que, de seguir con el progreso que llevo hasta ahora, conseguiré sacarme con suerte el año que viene, pero eso no me impedía a mi soñar y seguir luchando contra la gravedad super motivadísimo cuando de pronto llegó una señora, que a juzgar por su barriga debía de estar embarazada de 6 o 7 meses y viendo que el rocódromo estaba medio vacío y que perfectamente podía escoger cualquier otro sitio, eligió sentarse justo en el punto donde más peligro corría, así que... también culpa suya que yo le acabase cayendo mal, porque según llegó a punto estuve de meterle un “Mawasi Gueri” en toa la boca al más puro estilo Jacki Chan, pero fui rápido y conseguí levantar la pierna para esquivarla, a lo que ella reaccionó como si no pasara nada, solo para minutos después tener que volver a esquivarme de una forma mucho más aparatosa y absurda.

Porque si la trayectoria del péndulo, que era yo, proyectaba una recta en el plano de la sala, a mi ida en dirección señora, ella me esquivó como una boxeadora profesional, pivotando su cuerpo de cintura para arriba fuera de dicha trayectoria recta.

Aunque supe que no había practicado boxeo en su puta vida cuando a mi regreso me hallé de pronto con las nalgas abrazándole el cuello. Un momento, sin duda, incómodo para ambos. Yo intentaba, sin éxito, volar para salir de aquella situación. Ella intentaba, sin éxito, dar a luz para ser capaz de agacharse.

Al final acabamos bailando una especie de vals tridimensional mientras nuestros cuerpos se despegaban avergonzados y nuestras bocas cantaban al unísono miles de pequeñas e inútiles disculpas.


 

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