Cuatrocientas mil personas muertas y cinco millones de desplazados. Esto está pasando en Siria.
Era febrero de 2011 cuando en un cafetín de Damasco veía en la televisión local imágenes de lo que se llamaba “Primavera Árabe”. Este movimiento que se presentaba como ilusionante en aquellos momentos, se transformó con el correr de los meses en un desastre de magnitud apocalíptica.
En esas fechas, ya se habían producido tímidas algaradas en las calles, pero nada presagiaba lo que en los siguientes meses y años se iba a producir en este país crisol y cuna de culturas.
No puedo dejar de recordar mis paseos por los zocos de Damasco y Alepo, las norias de agua de Hamas, Afamía, el templo de Bel en Palmira, etc. y pensar en que habrá quedado de todo esto. Pero más allá del destrozo patrimonial, la perdida de personas, algunas las conocía por su nombre y apellido, es un drama que un pueblo diverso y amable como lo era el sirio, no se lo merecía.
A la vuelta de aquel viaje escribí unos cortos artículos y quiero volver a publicarlos como un pequeño homenaje a un país y unas gentes que continúan sufriendo por conflicto que se dirime fuera de sus fronteras.
UGARIT, EN LA CUNA DE NUESTRO ALFABETO
Después de un día de fuerte lluvia, el Mediterráneo vuelve a recobrar su color azul habitual, estoy en el levante sirio, cerca de la moderna ciudad de Latakia, el lugar se llama Ugarit. No es bonito, no se levantan columnatas, no son unas ruinas espectaculares. Su belleza está en lo que representa, en lo que allí se desarrolló hace 4000 años, en su historia y en lo que aportó a la civilización
Tras pagar las 150 libras de rigor, accedí al recinto, delante de mí se extienden los restos de una ciudad que llegó a tener, incluida su área urbana, hasta 36 hectáreas. Actualmente, para visitar, lo único remarcable es la estructura de lo que fue el palacio real que tuvo 90 habitaciones y dos bibliotecas. Fue en 1928 cuando un campesino descubrió una necrópolis que indicaba el lugar exacto de la ubicación de una ciudad, de la que solo se tenían referencias históricas, que era buscada desde tiempo inmemorial. Los inicios de esta civilización se remontan a la época Neolítica (7000-6000 a.C.) desarrollándose hasta el 1200 a. C.
Las investigaciones más importantes las efectuó el arqueólogo francés Claude F. A. Schaeffer en el edificio que pudo ser identificado como el Palacio Real durante buena parte del período de esplendor de la ciudad. Fue en una de las prolíficas bibliotecas, donde se encontraron en tablillas de arcilla, textos diplomáticos, religiosos, políticos, científicos, administrativos y literarios, escritos principalmente en alfabeto cuneiforme, fueron hallados no sólo en idioma local, sino también en los idiomas del Cercano Oriente de la época: acadio, sumerio, hurrita, chipriota, luvita y egipcio -estos dos últimos en escritura jeroglífica- lo cual demuestra la estratégica posición de la ciudad, como nudo de comunicaciones entre Asia Menor y Mesopotamia. Esto es, sin duda, el mayor tesoro encontrado y lo que le da valor a estas ruinas.
La ciudad sufrió saqueos y un gran incendio acabó con ella, pero fue precisamente ese fuego destructor el que sirvió para salvar las tablillas depositadas en la biblioteca, las altas temperaturas producidas por las llamas endurecieron la arcilla y las preservaron hasta nuestros días. Una pequeña pieza de arcilla, expuesta en el Museo Nacional en Damasco, era la clave, en ella se encuentra el alfabeto ugarítico, con 30 caracteres. Éste, presentaba una mayor oralidad que los jeroglíficos egipcios o la escritura cuneiforme y esto permitió que lo comenzaran a utilizar comerciantes y gentes de la cultura más allá de los escribas y condujo a una mayor popularidad y éxito tanto local como internacional. Fue toda una revolución, y fenicios griegos y arameos contribuyeron a su expansión, llegando hasta nuestros días.
El frio es intenso, propio de esta época del año, el mar de color azul intenso, y noventa siglos de historia a mis pies, esto es Siria. Mi siguiente destino será Alepo.
MALULA Y EL ARAMEO (SIRIA)
Día de lluvia en Damasco. Cielos plomizos con nubes cargadas de agua. Hoy salgo hacia Tartus y Latakia, comienzo de mi recorrido por Siria. Las carreteras son sorprendentemente buenas, aunque la intensa lluvia, propia del mes de febrero en el que estamos, las convierte, a menudo, en piscinas. Ha trascurrido aproximadamente una hora y, justo cuando comienza la zona montañosa, aparece colgada en un acantilado la ciudad de Malula, lugar de obligada visita. El “desarrollo” va dejando su huella y la profusión de antenas parabólicas y nuevas construcciones van modificando lo que antes era un enclave montañés.
Su carácter y su historia permanecen. ¿Qué hace importante a este pequeño pueblo de no más de cinco mil habitantes? Las gentes de Malula son los herederos naturales de las tribus semitas que en el siglo XIV a. de C. poblaban el desierto sirio y parte de la Mesopotamia. Y otra peculiaridad (teniendo en cuanta su ubicación en medio del mundo árabe), es la de mantener el arameo como idioma, además de esforzarse en su preservación.
La primera parada es en el Monasterio de Mar Sarkis (San Sergio). Amablemente un cura nos recibe, pregunta nuestra nacionalidad para actualizar sus estadísticas y nos invita a que, tras la visita, probemos el vino que produce el monasterio. Construido en el siglo IV sobre las ruinas de un templo pagano, de estilo bizantino, presenta uno de los primeros altares cristianos. Desde su construcción hasta la fecha este monasterio ha sido utilizado como lugar de culto; albergando una interesantísima colección de iconos religiosos de los siglos XVI al XVIII; entre los que se destacan uno de la Santa Virgen María y otro de los mártires Sergio y Bakhos. Es pequeño, bien conservado y restaurado y su visita resulta muy interesante.
Quizás, lo que más llama la atención cuando ya te has sumergido en el ambiente de este lugar, es el oír el rezo del Padre Nuestro. Sentados en un banco, el silencio y la curiosidad se imponen y escuchamos atentos a una muchacha del monasterio, rezarlo en la lengua en que se supone lo hizo Jesucristo: en Arameo. “Abuna di bishemaya…” (Padre nuestro que estás en el cielo)…
Al parecer hace casi un siglo un científico alemán se instaló en esa población para “sumergirse” en el idioma y conseguir recuperar su gramática. A éste le siguieron otros y hoy es frecuente encontrar a expertos en lenguas muertas que visitan o residen en esta región, para estudiar un idioma que era común en la zona hace dos mil años.
En total, los sirios que aún se expresan en arameo no superan los 18.000, aunque el Gobierno ha creado recientemente un Centro de Estudios del Arameo, que se ubica en Malula, en el que tratan de actualizar una gramática que ha sido conservada por la tradición oral.
De nuevo bajo la lluvia, callejeamos por el pueblo con el sonido de fondo de los altavoces que retransmiten, a voz en grito, la misa que se celebra en el santuario de Santa Tecla. Es hora de continuar hacia la ciudad costera de Latakia.
Jose Antonio Masiá es fundamentalmente un viajero y un amante de la naturaleza. La montaña ha sido su pasión desde niño y esto le ha llevado a caminar por las principales montañas del planeta y a ascender a muchas de ellas. Con casi cien países visitados, lleva cuarenta años al timón de Trekking y Aventura, la agencia de viajes pionera en este tipo de actividades en nuestro país.
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