Las seis y media de la mañana. El sonido del despertador te perfora el tímpano y el alma. Abres los ojos a duras penas, como si fueras un gato recién nacido. Miras a través de la ventana; aún es de noche. Hace frío. Salir de la cama es un acto de terror. La naturaleza, tan sabia como es, te lanza señales para que vuelvas a acurrucarte entre las cálidas mantas que a esta hora del día son la viva imagen del Paraíso. El Hombre, en guerra permanente contra la naturaleza, muestra toda su crueldad -e ignorancia- al diseñar un estilo de vida que nos obliga a madrugar. Ningún ser humano debería salir de la cama mientras tenga sueño. Por si fuera poco, el Hombre ha institucionalizado las jornadas laborales de ocho horas que terminan alargándose a las diez e incluso a las doce horas diarias. Trabajar todas esas horas sería perfecto si los días durasen cuarenta y ocho horas y no veinticuatro. Como además nos va la marcha, al salir del trabajo nos lanzamos de cabeza a las "extraescolares": el gimnasio, las clases de yoga, el teatro, el partido de pádel... Una vez en casa, un poco de pechuga de pavo, una pieza de fruta, un yogur 0,0% y a desplomarnos sobre la cama después de ir arrojando durante todo el día nuestra energía a una trituradora.
Vivimos en la época del exceso de estímulos, de la impaciencia, la inmediatez: Twitter, Facebook, Youtube, las plataformas digitales. Todo es para ayer. Vivimos los instantes que le dan sentido a nuestra vida con la brevedad de una pompa de jabón. Es necesario parar. Debemos entrenar nuestra paciencia. Apreciar lo lento. Los italianos, una nación de disfrutones, han acuñado una expresión que ha traspasado fronteras: il dolce far niente, lo que viene a significar "el dulce hacer nada". El problema es que no sabemos no hacer nada. Somos víctimas del síndrome de Estocolmo de nuestras obligaciones. Somos incapaces de detenernos y disfrutar de la vida contemplativa. Estamos inmersos en una frenética espiral en la que siempre debemos estar haciendo algo. Si no estamos activos aparece la ansiedad, la sensación de estar desperdiciando el tiempo. Nada más lejos de la realidad. Seguro que alguna vez has experimentado, aunque no haya sido de manera voluntaria, una sensación de bienestar absoluto en la que todo estaba bien mientras tú permanecías sentado o tumbado y la música, los sonidos, incluso los pensamientos, resonaban en tu cabeza como agradables murmullos lejanos. Un momento en el que sientes que tu cuerpo se expande, que gana levedad y ligereza. Momentos así, en los que no hacemos nada son oro puro.
Viajar es uno de los mejores remedios que los seres humanos hemos descubierto para sanar nuestros males. El problema es que también hemos contaminado la manera en la que viajamos: tengo que ver el museo de trililí, tengo que visitar la plaza de tralalá, hay que hacer una actividad imperdible en trelelé. Sería maravilloso empezar a viajar por el simple placer de viajar, de rompre con la rutina, de acabar con el frenesí de las obligaciones. Los viajes con todo incluido son una oportunidad irechazable para lanzarse al dolce far niente. Ofrecen una forma de viajar en la que ya está todo resuelto. En la que solo tenemos que abandonarnos al placer de vivir. Hay viajes con todo incluido con Buscounchollo.com que nos brindan la oportunidad de encontrarnos a nosotros mismos. No hace falta viajar a la India -desterremos ese cliché- para tomar conciencia de nosotros mismos. Ahora que se acerca el frío hay, por ejemplo, muchos destinos de playa que son una gozada. Lugares que en verano están masificados se muestran en esta época del año como sitios a los que acudir para desconectar de todo. Para resetear nuestro estrés. Pasear por la playa en otoño o invierno aporta una gran sensación de paz, de bienestar. Incluso meterse en el agua. Un chapuzón rápido en el mar es una inyección de vida, algo que todos deberíamos experimentar alguna vez en la vida.
Prueba cosas diferentes, siente cómo es vivir la vida por el simple placer de vivirla: pasear, llenar los pulmones de aire puro, sumergirte en un libro, dejarte inundar por la sensaciones que genera la música, descansar... en definitiva, no hacer nada. Si finalmente te animas a estas viejas nuevas experiencias, Buscounchollo.com cuenta con muchas ofertas a gran precio en destinos en los que podrás encontrar esa sensación en la que todo está bien, en la que todo fluye.
Disfrutar de los momentos es algo básico para tener una mejor calidad de vida. Urge volver a los orígenes. Bajar revoluciones y vivir la vida de una manera mucho más pausada. Una vuelta a la vida contemplativa que predicaban los filósofos griegos. Sentir que somos dueños de nuestras vidas y exprimir el placer. El placer de no hacer nada.
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