En 1987 se firmó el Protocolo de Montreal, el único acuerdo climático internacional que se ha cumplido a rajatabla. Gracias a él se eliminaron los gases CFC que eran los principales destructores de la capa de ozono, a quien ahora le ha surgido un nuevo enemigo, el diclorometano.
La publicación del trabajo sobre el peligro que supone el diclorometano para la capa de ozono ha llegado cuando todavía se vivía la euforia sobre la recuperación de dicha capa gracias a la ampliación del Protocolo de Montreal a otros gases que también la destruyen.
El mayor problema del diclorometano es su masivo uso industrial, especialmente en la industria farmacéutica. Su concentración en la estratosfera retrasará la recuperación de la capa de ozono
Tras los últimos acuerdos climáticos, se consideró que entre 2046 y 2057 ya se habría cerrado por completo el agujero de ozono que tanto nos aterrorizó en los años ochenta, pero es más que probable que esa fecha sufra un importante retraso. Y el culpable no va a ser otro que ese diclorometano, que es una sustancia de corta vida, que agota el ozono y que en los últimos años ha crecido de manera exponencial.
Ryan Hossaini, del Centro de Medioambiente de la Universidad de Lancaster, autor principal del estudio, asegura que el mayor problema de esta sustancia química es su masivo uso industrial, especialmente en la industria farmacéutica. Por eso, aunque el diclorometano en sí se elimina rápidamente de la atmósfera, su concentración creciente hará que ascienda hasta la estratosfera y que retrase décadas la recuperación de la capa de ozono.
El descubrimiento del agujero
El ozono es un gas formado por tres átomos de oxígeno, que le sirve al planeta Tierra de filtro solar, ya que evita el paso de una pequeña parte de la radiación ultravioleta, la conocida como B. Se distribuye por la estratosfera, la segunda capa de la atmósfera terrestre, que es la que se extiende entre 15 y 50 kilómetros de altitud.
Desde los años setenta del pasado siglo se observó que en determinados periodos del año, se reducía la concentración de ozono en algunas partes de la estratosfera, y a eso se le llamó el agujero de la capa de ozono. Los investigadores Mario Molina, Paul Crutzen y Sherwood Roland fueron los que explicaron la química de la atmósfera, en particular la formación y la descomposición del ozono, y por sus trabajos recibieron el premio Nobel de Química en 1995.
Montreal
Se comprobó que los gases que más daño causan a esa capa de ozono son los CFC (clorofluorocarbonos), que se utilizaban de manera común en espumas, aerosoles y aparatos de refrigeración, así que en los años ochenta se aprobó, en Montreal y por parte de 197 países, la eliminación unánime de los gases CFC y su sustitución por los HFC (hidrofluorocarbonos).
La presencia de estos HFC en la atmósfera es muy escasa, aunque al igual que los CFC sus moléculas son muy duraderas y tardan en degradarse, lo que al final ha hecho que su presencia tenga también un efecto directo en el cambio climático.
Ahora contra los HFC
Por ello, en octubre de 2016, en Kigali (Ruanda), los 197 países firmantes del Protocolo de Montreal aprovaron también la eliminación progresiva de los HFC, con el objetivo de intentar evitar una elevación de la temperatura de 0,5 grados hasta el año 2100.
Al igual que ocurrió con la eliminación de los CFC se impondrán diferentes ritmos para que se adapten las empresas. A los países industrizalizados les tocará hacerlo mucho más rápido que al resto, pero las industrias no están especialmente preocupadas porque ya existen alternativas válidas.
Algunas de ellas, como las HFO, a la larga resultan igual de preocupantes que los otros gases, así que asociaciones como Greenpeace apuestan por el uso “del CO2, los hidrocarburos, el agua, el aire y el amoníaco, sustancias naturales que están disponibles y son técnica y económicamente viables”.
Fuera del Protocolo
Cuando se firmó el acuerdo internacional en 1987 ya se conocía la existencia del diclorometano, así como que el Sol es el que rompe su unión química y suelta los átomos de cloro que interactúan con las moléculas de ozono y las deshacen.
Un 3% de la pérdida de ozono durante los veranos antárticos se puede deber a los diclorometanos
A pesar de eso se ignoró su posible importancia, debido a que no se mantiene intacto en la atmósfera el tiempo suficiente como para llegar hasta la estratosfera. No se pensó en que su uso pudiera incrementarse y que la acumulación de esta sustancia la llevaría hasta la misma capa de ozono.
Los análisis realizados en 2016 muestran que un 3% de la pérdida de ozono durante los veranos antárticos se puede deber a los diclorometanos. No parece gran cosa, pero en el estudio realizado en el año 2010 se trataba solo de un 1,5%. El crecimiento en solo 6 años es enorme y si sigue aumentando a ese ritmo, la recuperación de la capa de ozono se podría retrasar unas tres décadas, es decir hasta finales del siglo XXI.
O incluso más si el uso del diclorometano sigue aumentando de esa manera. Algo que no será difícil, teniendo en cuenta que se utiliza en disolventes y, sobre todo, en la industria farmacéutica, una industria que no deja de crecer año tras año.
Artículo escrito por Jaime Fernández, publicado originalmente en Bez y reproducido bajo licencia CC BY-NC-ND 4.0
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