Fueron más de treinta horas continuadas de vuelos y esperas en aeropuertos las que habían transcurrido hasta que pude desplomarme en una cama de un buen hotel en Beijing.
Uno no siempre puede elegir y disponer de su tiempo. Todo estaba preparado para poder asistir a la feria de turismo (Protur) de Bogotá a finales de febrero del 2013 y esto incluía un recorrido por la zona selvática del Pacífico (Nuquí) y un final en Cartagena de Indias. Todo correcto hasta que unos días antes de partir a Colombia recibí un email proponiéndome un viaje a Corea del Norte. Aceptarlo me iba a obligar a empalmar directamente mis vuelos desde Cartagena a Pyongyang, vía Bogotá, Barcelona, Estambul y Beijing, sin paradas. Pero a una propuesta como esta no se le puede decir que no.
PERO… ¿MERECE LA PENA ESE PAÍS?
Mucha gente antes y después de este viaje me ha preguntado con curiosidad, pero ¿qué hay en Corea del norte? ¿Merece la pena? La respuesta es sí, pero no te diré que por la monumentalidad del país o por su riqueza cultural. Mi interés se basaba en la curiosidad y en el poder comprobar la veracidad de lo que de este país se contaba en los medios de comunicación, un interés de viajero buscando los lugares más desconocidos. Y todo esto lo cubrió con creces este viaje, corto de duración pero extremadamente intenso.
Corea del Norte es uno de los países más herméticos del mundo, la información que nos llega siempre habla de pruebas nucleares y tensiones geopolíticas con sus vecinos Japón y Corea del Sur y con su acérrimo enemigo Estados Unidos. También se habla de miseria y de hambre. Pero todo tiene un tufo interesado y se basa en una visión unilateral.
AL FIN PYONGYANG
Un Tupolev bien mantenido, es el avión que en, aproximadamente, dos horas nos llevó a Pyongyang desde Beijing, para amenizar el viaje nos sirvieron un catering intrascendente regado con la música semi militar que sería nuestra compañera durante la estancia en el país.
Tras trámites y controles entramos formalmente al país. Los visados solo se conceden a través de las agencias de turismo oficiales y los itinerarios son marcados por ellos. No estás autorizado a viajar solo ni incluso a pasear solo o salir del hotel sin tus guías. Pak y Che fueron nuestros guías de habla española durante nuestra estancia, fueron ellos los que nos proporcionaron la información, interpretando la historia, elogiando los avances de su país y trasmitiendo las enseñanzas basadas en la idea Juche del líder supremo Kin Jong Il.
¿LA PRIMERA SENSACIÓN?
El día es frio, el cielo cubierto, plomizo y con niebla. El aeropuerto es un gran hangar, sin publicidad, calefacción u otros accesorios “capitalistas”. Las personas con las que hemos volado van diluyéndose a nuestro alrededor con sus paquetes, en los pocos coches que esperan a la puerta. Unos cuantos soldados realizan trabajos en los alrededores o fuman en pequeños grupos. Todo es muy serio, muy gris.
Nuestro camino hacia el hotel Pyongyang donde nos alojaremos por tres noches, transcurre por grandes avenidas, jalonadas por carteles revolucionarios, estelas de los líderes y grandes rascacielos o bloques de apartamentos.
El jetlag, que me tumbó temprano, me hace abrir los ojos recién empieza a amanecer. Desde el piso 29 tengo una buena vista de la ciudad, son las 5 y media, una luz incipiente muestra una ciudad triste, sin apenas luces, solo algún transeúnte camina rápido por las calles desiertas.
¿QUÉ HACER EN POCOS DÍAS?
Nuestro programa de visitas fue apretado y un poco repetitivo e incluyó la vista durante 4 días a la ciudad de Pyongyang, para más tarde viajar a Nampo, Kaesong y la línea fronteriza con Corea del Sur y Monte Myohyang ("Montaña Fragante Misteriosa").
Las rutas que se pueden hacer en Corea del Norte no son muchas y están sujetas a los intereses de las autoridades. Los paquetes organizados están entre 5 y 7 días e incluyen todo, también la sempiterna presencia de uno o varios guías que no te dejaran ni a sol ni asombra. Si te asomas a la puerta del hotel tu solo, verás que de inmediato aparecerá a ponerse a tu servicio, tanto de noche como de día.
Las visitas culturales a restos y lugares históricos, son numerosas pero no te van a aportar grandes cosas en lo cultural, sin embargo, los monumentos construidos en la época comunista son llamativos por la grandiosidad, el culto a la beligerancia contra EEUU y la gloria a los líderes. Muchas veces observar el fervor de la gente local te aporta mucho más que el propio monumento.
Hubo tres visitas que disfruté especialmente. Una de ellas fue al museo construido en, o más bien bajo, el Monte Myohyang. El Centro Internacional de Exposiciones de la Amistad es conocido como el mayor tesoro del mundo. Aquí se muestran los regalos recibidos por los Líderes de Corea del Norte a lo largo de los años. Pues esto, que a priori, se presume como un aburrimiento de nota, se convierte en un recorrido que no tiene desperdicio. El poder ver de cerca las cosas que allí se acumulan te lleva en un viaje por el tiempo y por la historia de parte del siglo pasado. Piensas en los personajes que han sido relevantes en la política internacional y a los cuales no te puedes imaginar regalando lo que allí se expone. Las cosas más peregrinas y de los líderes, asociaciones y países más extraños del mundo se amontonan en cientos de vitrinas, perfectamente colocadas e identificadas. El ver las aportadas por tu país y por parte de que personas, te hacer correr “emocionado” de vitrina en vitrina durante horas.
El contenido es curioso pero el continente va en consonancia con el país, grandes salones de techos altísimos, brillo y mármol por todos los lados y silenciosos vigilantes en actitud marcial por todos los rincones.
La segunda visita de impacto fue al Palacio del Sol de Kumsusan, donde se encuentran los restos de Kim Il-sung y de Kim Jong-il, padre del actual líder e hijo del fundador nacional.
“Unos chorros de aire me agitan el pelo y la ropa antes de darme entrada a una gran sala de luz difusa, vamos formados en filas de a tres. La sala está custodiada por soldados y bajo la luz cenital se encuentra el cuerpo embalsamado del Lider.”
Está visita no está incluida en los tour habituales, pero en esta ocasión al ir dentro de un grupo de profesionales del turismo nos ofrecieron un trato de excepción. La confirmación se retrasó hasta el último minuto, lo cual le concedió un morbo especial que me mantuvo en tensión. Había visitado la de Lenin en Moscú y la de Mao en Beijing, pero la puesta en escena de esta me resulto la mejor con diferencia. La solemnidad, reverencias y saludos protocolarios con los que discurre el recorrido entre kilómetros de pasillos enmármolados, desinfecciones y rodillos limpiadores hicieron de esta visita algo digno de mención.
Mientras caminas en silencio, no te pasa desapercibido la seriedad y la emoción de las personas que delante y detrás te acompañan en dirección a la sala de mausoleo. Llanto contenido o espontáneo se refleja o discurre por los rostros locales, unos rudos de gente que viene de lejos, otros más cuidados de los funcionarios del estado, todos ellos lucen en sus solapas el pin con la bandera nacional, personal e intransferible. El respeto y devoción a los líderes es parte de su cultura.
La tercera visita, relevante por su papel en la historia reciente, es la frontera de facto entre los estados ideológicamente rivales de Corea del Norte y del Sur, donde en 1953 se firmó el armisticio que puso fin a la guerra que había comenzado en 1950. El edificio donde esto tuvo lugar, aún se mantiene en pie, y se encuentra en el lado norte de la línea de demarcación militar, la cual corre por el medio de la Zona Desmilitarizada de Corea (inglés: Demilitarized Zone, DMZ). Esta región es considerada como uno de los últimos vestigios de la Guerra fría. Aquí hay que venir preparado a aguantar una visión política única por parte del bando que te hospeda, esto lleva consigo varios alegatos apasionados por parte de militares uniformados, visitas a objetos, banderas, etc. que se consideran relevantes al haber sido posesiones arrebatadas a los enemigos en el conflicto y sobre todo, por haber sido estadounidenses. Más allá de la carga ideológica, este lugar ha sido relevante en la historia contemporánea y emana interés.
El resto de visitas y actividades, sin alcanzar la relevancia de las anteriormente descritas, son interesantes porque te permiten conocer aspectos de la doctrina Juche, en la que se basa la ideología comunista local, o conocer el sistema educativo, o la organización de las granjas, el metro de Pyongyang, etc. y siempre el poder observar la vida de la calle. El poder hablar con la gente es otra cosa. El idioma es una barrera y ellos y ellas no son muy proclives a acercarse o entablar relaciones con extranjeros.
EL FESTIVAL ARIRANG Y LAS GRANDES DEMOSTRACIONES
Los norcoreanos tienen una peculiaridad relevante, supongo que tendrán otras muchas, y es la de hacer puestas en escena multitudinarias. Bien sean desfiles militares o ejercicios gimnásticos, siempre son de una vistosidad inimitable. Decenas de miles de personas, uniformadas realizando movimientos o ejercicios absolutamente sincronizados, construyendo cuadros formados por miles de cuerpos, manos, piernas, brazos, etc. Todo esto es una seña de identidad que llega a su culmen en los desfiles militares o en el festival anual Arirang donde combinan perfectamente la música, danza, gimnasia y circo, una pizarra humana en constante cambio, combinada con aparatos de escenografía e iluminación. La preparación de estas masivas escenografías, llenan los tiempos de ocio de miles de personas, que a diario, se juntan en plazas y campos deportivos para ensayar lo que será su “gran día”, el día en que el Lider lo presida en el Reungrado 1 de Mayo de Pyongyang que con 150.000 espectadores, es el estadio de futbol más grande del mundo.
Y FINALMENTE ¿QUÉ ES EL KIMCHI?
Así empezaba este texto, y vuelvo sobre ello para finalizar. Reconozco que desconocía este producto alimenticio hasta mi llegada a Corea del Norte, nunca antes lo había visto o probado. Pero no hay mesa o comida en ese país, donde no aparezca un plato del mismo. El kimchi fue declarado patrimonio cultural intangible de la humanidad por la UNESCO y no es otra cosa que col fermentada, picante, crujiente, con sabores a lácteos, pescado, ajo, chile… que se sirve como acompañamiento.
En los últimos años ha saltado a las cartas y a los platos de los grandes (y medianos) chef del planeta y es habitual encontrarlo en cualquier menú con pretensiones.
Para gusto los colores, tampoco me gusta el cilantro.
Jose Antonio Masiá es fundamentalmente un viajero y un amante de la naturaleza. La montaña ha sido su pasión desde niño y esto le ha llevado a caminar por las principales montañas del planeta y a ascender a muchas de ellas. Con casi cien países visitados, lleva cuarenta años al timón de Trekking y Aventura, la agencia de viajes pionera en este tipo de actividades en nuestro país.
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