Esta pregunta, así formulada al común de los mortales, tiene una respuesta inmediata, casi general: NO, pero ¿es esto verdad?
Todos cambiamos el gesto cuando al llegar a la playa un día tranquilo, con poca gente, el primero que llega pone su toalla al lado de la nuestra. La pregunta es inmediata ¿es que no hay playa suficiente que se tiene que poner a mi lado?
¿Por qué el recién llegado ha decidido ponerse a nuestro lado? Quizás por el temor a ser el primero en ocupar un lugar vacío, por desconfianza a la soledad, por necesidad de sentirse en grupo, la respuesta se la dejamos a las personas que estudian nuestras mentes.
Visitar lo clásico o vivir lo nuevo
En mi empresa, en Trekking y Aventura, llevamos años, más de cuarenta, intentando encontrar, a veces descubrir, sitios remotos donde disfrutar de montañas o de naturaleza lo más intacta posible, que no se haya modificado aún por la masiva presencia de visitantes. Estamos contentos en tanto que hemos conseguido descubrir lugares increíbles. En 1980 ascendíamos al Tent Peak en el Santuario del Annapurna y parábamos en aldeas donde no habían visto blancos navegando por el rio Níger (Malí). En 1981, visitábamos Karisoke, la estación científica donde Dian Fossey estudiaba a los Gorilas de Montaña, en el 85 atravesábamos Tíbet por tierra, o entrábamos a Dolpo o al reino de Mustang (Nepal) a principios de los 90. Todo esto era novedoso, virgen, poco visitado. Con el tiempo muchos de estos destinos se hicieron populares y actualmente centenares de viajeros los visitan cada año.
Nosotros hemos seguido a lo nuestro, investigando, explorando, abriendo destinos e informando a nuestros clientes de cada nueva incorporación en nuestro extenso catálogo. Pero a menudo, vemos que nuestro esfuerzo cae en saco roto. Nos quejamos de los lugares concurridos, pero frecuentemente los preferimos a los nuevos y desconocidos. No importa que informemos y documentemos que el Parque Nacional de Manuel Antonio en Costa Rica no es el más recomendable por su masificación, igualmente pasa con el Camino del Inka en Perú, con el trekking del Everest o Annapurna en Nepal, con los parques de Serengueti y Ngorongoro en Tanzania, etc, etc.
Nos quejamos, pero algo nos impide ser consecuentes con nuestras quejas y esto nos obliga, como empresa, a mantener una oferta que en muchos casos es caduca y sabemos que no va a satisfacer como nos gustaría a nuestros clientes. El “¿sabes? tenías razón” es recurrente pero siempre se dice tarde cuando has malogrado unas añoradas vacaciones.
Si quieres hacer el trekking del Everest, por la ruta del Khumbu en el mes de octubre, no lo dudes, te vas a encontrar a mucha gente; si consigues cupo para hacer el Camino del Inka en el mes de agosto, lo harás con otras 500 personas que accederán el mismo día que tú a esta ruta, no te engañes. Alternativamente podrías haber hecho la Ruta de los cinco Collados en el Khumbu, o el trekking del Ausangate, prácticamente solo.
En los próximos años, cuando superemos la pandemia que nos afecta, la masificación del turismo volverá a ser una realidad. Solamente China aportará decenas de millones de personas a este sistema global. Fáciles comunicaciones van a permitir acceder a lugares que antes eran remotos, más fácilmente. Es fácil imaginar lo que supondrá acceder a lugares emblemáticos como el Taj Mahal, Machu Pichu, la Gran Muralla, las Cataratas Victorias. Es de esperar que los países y gobiernos se verán forzados a regular y limitar el acceso a muchos de estos sitios.
Y nuevamente te haremos, nos haremos, la misma pregunta, ¿Prefieres conocer lugares poco visitados donde disfrutar en soledad? o ¿Te decidirás por sumergirte en esa masa que acude en el mismo tiempo y hora a los lugares más concurridos?
Buscando la soledad
En mis salidas a la montaña, en mis viajes, siempre le doy una gran importancia a visitar y caminar por lugares poco visitados. Siempre trato de elegir las fechas donde menos personas encontraré, donde podré tomar fotos con tranquilidad, sin que nadie te miré mal por ocupar ese encuadre buscado, por un tiempo considerado excesivo por otras personas.
Como escalador habitual huyo de los lugares frecuentados y le dedico tiempo a buscar sitios nuevos que explorar o apuesto por caminar más para alcanzar paredes a las que pocas personas acceden. Solo así me encuentro feliz, en comunidad con la naturaleza, en un entorno tranquilo, a menudo solo con mi compañero de cordada. Quizás los años me hacen poco permeable a los ruidos, las voces, los perros ladrando alrededor y me han hecho apreciar más la tranquilidad, el silencio y la belleza en el estado más puro posible.
¿Soy raro? ¿Y tú qué opinas?
Conéctate con Sal&Roca! Síguenos en Facebook, Twitter e Instagram