Los Miches es uno de los pueblos que constituyen lo que se da en llamar el norte neuquino. Es, de todos, el menos conocido y, quizás, el más pequeño de los seis.
Vista de Los Miches. Foto de Ricardo Kleine Samson.
Lo rodea una naturaleza tan impactante como a Varvarco, Manzano Amargo, Huinganco, Las Ovejas, Tricao Malal y Andacollo (todos están después de Chos Malal) y una de sus particularidades es que está establecida la única comunidad mapuche, Antiñir Pilquiñan, del norte de la provincia.
Otra de las cascadas de los arroyos afluentes del Lileo. Foto de Ricardo Kleine Samson.
Pero con sólo atravesar las pocas cuadras que lo constituyen se adentra en uno de los paisajes más bonitos e inconmensurables de este hermoso norte neuquino.
El río Lileo. Foto de Ricardo Kleine Samson.
Tanto el pueblo como la ruta que describo acompañan el derrotero del rio Lileo hasta allá arriba donde nace de los múltiples arroyos que van bajando de las altas cumbres de la cordillera y que muchos de ellos forman curiosas y vistosas cascaditas que le ponen música a toda esta delicia de paisajes.
Uno de los tantos vados. Foto de Ricardo Kleine Samson.
El mismo río va serpenteando y el camino obliga a vadearlo unas 6 ó 7 veces. Al final del camino se llega hasta la República de Chile, previo paso por el puesto de Gendarmería que está cerrado durante el invierno.
Uno de los campos en pleno Los Miches. Foto de Ricardo Kleine Samson.
Como cantan Los Chalchaleros… “un ranchito aquí, otros más allá, y un camino largo que baja y se pierde…”
El corral y la vivienda. Foto de Ricardo Kleine Samson.
Y, es tal cual. Todo el camino, ruta provincial 38 (de tierra, en muy buen estado) está acompañado de los ranchitos de la cantidad de crianceros que habitan este lugar y que, a ojos de buen cubero, dan toda una sensación de cordial sociabilidad que que se percibe tan evidente en todo el norte neuquino.
El lavatorio, con canilla y mesada. Foto de Ricardo Kleine Samson.
Seguramente se visitarán seguido y aunque hay una cierta lejanía entre rancho y rancho se percibe una íntima sensación de que no se está solo y que, por el contrario, se pertenece a una misma comunidad que da el abrigo necesario a esa soledad que evoca esta inmensidad.
La casa, el corral, el agua. Foto de Ricardo Kleine Samson.
Y es una saludable sensación en la inmensidad de un paisaje tan contenedor. La mayoría de estos hogares tiene una inscripción en la puerta que invoca, aunque no parezca necesaria, la protección de la virgen.
Uno de los hogares. Nótese la petición. Foto de Ricardo Kleine Samson.
Llama la atención, además de su sencillez, la prolijidad y el orden de cada casa, lo que habla muy bien de sus moradores imaginando cómo pasan sus días en estos maravillosos lugares. Actitud que también sorprende en el mismo pueblo, de tan prolijo y ordenado que se lo ve.
Vista de la ruta provincial 38. Foto de Ricardo Kleine Samson.
Cuando termine la cuarentena, los quiero ver por acá…
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