Hay datos que, aunque los conozcamos, realmente no somos conscientes de su alcance. Por ejemplo, el 70% de la superficie de nuestro planeta “mal llamado Tierra” está cubierta por agua. Al nacer, nosotros mismos somos un 80% agua, cantidad que en la edad adulta se rebaja al 65.
Realmente los océanos y los mares son los grandes desconocidos de nuestro planeta. ¡Hasta se sabe más de la superficie de la luna que del fondo de los océanos! Porque tan solo se ha explorado el 10% de los mares, a pesar de todo lo que nos aporta al ser humano. Ya que es fuente de vida, de oxígeno, de alimentos.
Con el libro MUJERES DE LOS MARES, de Ediciones del Viento, he querido mostrar al mar en todas sus facetas, pero desde la óptica de las personas que han hecho de ellos su razón de vivir. Y desde un punto de vista femenino, no feminista.
Hablo de mujeres, para que sirvan de referentes donde poder verse reflejadas, pero siempre desde un punto de vista integrador. Hablo de estudiosas de los océanos, de su fauna, de los procesos físicos o químicos que se producen en sus aguas, de trabajo, exploración y conservacionismo. Porque cito a la primera arqueóloga subacuática española y también a la mexicana, o una consultora medioambiental donde transforman plataformas petrolíferas en desuso en arrecifes artificiales, de una cablera (única mujer en toda Europa que ha desarrollado este puesto) encargada del mantenimiento y reparación de los cables submarinos donde viaja la información digital. También he seleccionado a varias ONGs que se ocupan del cuidado de los mares desde distintas situaciones, a la mayor experta en mantarrayas o mujeres tan inauditas o sorprendentemente desconocidas como la estadounidense que en 2009 cruzó el Océano Atlántico nadando.
Con datos escalofriantes en la mano como el de esa cifra de cerca de 100 millones de toneladas de fauna marina que son extraídas de los océanos cada año, además de la destrucción de los hábitats de dichas especies, la gran leyenda viva del conservacionismo marino Sylvia Earle llama a la lucha pacífica contra esta degradación y deforestación animal de los mares. Y se ha creado un ejército de soldados que, en vez de arpones, llevan en sus manos cámaras fotográficas. Millones de buceadores ven los océanos como lo que realmente son: una auténtica fuente de vida, de color y de belleza.
Pero realmente todos estamos conectados con el mar. Seamos de donde seamos. La mayor parte del oxígeno en la atmósfera está generado por el fitoplancton que vive en el mar, y también es el mayor sumidero de CO2 de la naturaleza. Los océanos regulan las precipitaciones, la temperatura o los vientos. También forman las nubes, que regresan a la tierra y al mar en forma de agua en sus distintos estados.
Los seres humanos, en nuestra infinita soberbia, creemos que los océanos son tan grandes que no importa lo que hagamos con ellos, ni en ellos. Tal vez haya sido así en el pasado. Pero actualmente somos 7.000 millones de habitantes, y cada acción individual cuenta. En los últimos 50 años hemos degradado de una forma muy notable el aire, el agua, la flora y la fauna de nuestro planeta azul.
Pero… como he dicho antes, cada acción individual cuenta. Y hay buenas noticias. Por ejemplo, que, pese a su esquilma, un 10% de los peces grandes todavía nadan en nuestros océanos. Eso es fantástico. La mitad de los arrecifes de coral están vivos y sanos. Otra excelente noticia. Todavía estamos a tiempo de reverter la situación. Todavía podemos salvar al Gran Azul. Porque, y siempre según las propias palabras de Earle, “sin océanos no hay vida. Sin azul no hay verde”.
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