jueves. 28.03.2024

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El 3 de febrero de este año 2016, comencé la aventura de mi vida. Cogí un avión hacia Brasil para embarcarme en un viaje de por lo menos un año, que me llevará a conocer una gran cantidad de variopintos países alrededor del globo. Sin un plan estricto precisamente establecido, mis movimientos me llevarán desde Sudamérica hacia Asia, y si la economía y la suerte acompañan y lo permiten, llegaré hasta el continente negro, África.

Pero este largo viaje no nace de la noche a la mañana y tiene una razón de ser más que dar una vuelta al mundo disfrutando de sus múltiples placeres. Tras años trabajando en España y en diferentes países donde existe una fuerte violencia de género, me cansé de ver la situación tan paupérrima que viven muchas mujeres en una sociedad patriarcal mundial que las rodea y atrapa, y que para más inri, la gente no es o no quiere ser consciente de ella por falta de información, interés o sensibilización. Así que tomé la determinación de aportar mi granito de arena para intentar cambiar la situación.

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Pero no nos engañemos, este viaje también cumple un segundo objetivo, calmar mis ansias de viajar, conocer mundo y compartir conocimientos.

Tras algo más de dos meses ya me siento preparado para contaros parte de mis experiencias y las sensaciones que me embargan.

En este tiempo, que parece mucho para un viaje, pero que a mí me da la sensación que se me escapa entre los dedos, he podido visitar los países de Brasil, Perú (a donde volveré en breve para continuar visitando la parte norte), Chile y Bolivia, lugar en el que me encuentro en estos momentos.

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Comencé en Río de Janeiro, precisamente en carnaval, uno de los momentos más espléndidos y coloridos de la ciudad y del país. De aquí puedo compartir dos conclusiones principales. La gente es maravillosamente alegre y risueña en este país a rebosar de vida. Canta, baila, ríe y sueña por doquier. Pero esta es la parte que esconde la realidad de un país que es capaz de lo mejor y de lo peor. Esta alegría aparente esconde una alta delincuencia, pobreza y machismo generalizado.

El Estado brasileño hace dos cosas, distrae al pueblo ofreciéndole entretenimientos y soluciones superficiales a sus problemas primarios, mientras les pone una venda en los ojos para que no vean la falta de determinismo real y la alta y preocupante tasa de corrupción. Estas medidas le han funcionado hasta ahora, pero la gente demuestra ser tonta hasta un punto. El pueblo se está dando cuenta de la realidad y mujeres y hombres comienzan a protestar, levantarse y exigir soluciones eficientes, al mismo tiempo que se descruzan de manos y toman sus propias iniciativas.

En cualquier caso, un país bello y digno de visitar y vivir.

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Perú fue una muy grata sorpresa para mí a nivel paisajístico. Es increíble como en un mismo país puedes encontrar grandes montañas, monumentos arquitectónicos como las legendarias ruinas de Machu Pichu, pobladas y extensas ciudades como Lima o Arequipa, variopintas playas y un desierto gigante que ocupa gran parte de su territorio. Ofrece multitud de opciones al turista y a sus propios ciudadanos, y todas ellas merecen la pena a la vez de ser a un precio más que asequible. A nivel personal, salí encantado del país.

Pero a nivel social nos encontramos con los mismo problemas de siempre. Un nivel de corrupción, especialmente judicial, realmente alarmante, pobreza, delincuencia y un machismo profundamente arraigado, especialmente en los pueblos del interior del país.

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Personalmente, pasé una gran temporada allí, encontré gente muy agradable y acogedora con la que pude mantener múltiples conversaciones, pero quedé altamente preocupado por la situación que viven las mujeres, quienes sufren maltrato y menosprecio en todas las esferas, y donde parece que las pocas soluciones que se pretenden tomar, ni son suficientes ni funcionan. En unas semanas volveré para continuar con mis pesquisas y compartirlas.

En Chile tengo que decir que fue una parte del viaje más bien personal. Fui a la boda de un amigo del colegio, por lo que del plano social puedo compartir pocas cosas. El país se vanagloriaba de ser incorruptible, especialmente la policía, pero últimamente se están levantando piedras, y están apareciendo casos que no se esperaban. Parece que no es un país tan limpio como nos querían hace ver.

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La gente es simpática y abierta, pero tienen un problema, a nivel general, una mayoría se creen mejores que el resto de países sudamericanos, lo que les lleva a tratar al resto en muchas ocasiones de manera despectiva. Y repito, esto es a nivel general, no todo el mundo se comporta de la misma manera.

En cuanto a mí, tengo que decir que fue genial. Quién te va a decir cuando estás en la escuela que quince años después, te vas a encontrar con esa misma gente, tus amigos, en lugares como Valparaiso, Algarrobo o San Pedro de Atacama, celebrando la boda de uno de ellos y disfrutando de entornos y experiencias de tan alto nivel. Inolvidable.

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La ciudad de Valparaiso, culturalmente es una delicia para los sentidos, llena de música y color, y repleta de grafitis de muy buen gusto por doquier.

San Pedro y el desierto de Atacama, paisajísticamente te dejan sin habla.

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Respecto a Bolivia, país que me encuentro visitando actualmente, no os voy a contar nada. Me está pareciendo tan impresionante que prefiero guardármelo para un capítulo posterior, en el que os pueda contar la impresión final sin interrupciones ni visiones sesgadas.

Y sin más dilación me despido deseoso de seguir contándoos mi experiencia.

Podéis seguir el proyecto en generoporelmundo.com

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