sábado. 27.04.2024
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Las Islas Phi Phi son un conjunto de islas situadas en el mar de Andamán, en el sur de Tailandia. El archipiélago está formado por dos islas principales: Phi Phi Don y Phi Phi Leh, además de otras islas más pequeñas. Éstas son famosas por sus impresionantes paisajes, playas de arena blanca, aguas cristalinas y formaciones de piedra caliza que emergen majestuosamente del mar.

Laura, Andrés, Raquel y un servidor tuvimos la suerte de disfrutar un día de navegación en una barca de pesca tradicional tailandesa. Con el capitán y su ayudante al mando, así como los guías Roco y Juan Leonel, conocimos los tesoros ocultos del mar de Andamán y aprendimos sobre la historia de la región.

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El equipo

El viaje comenzó temprano en la mañana en una de las playas de Phi Phi Don con Roco y Juan Leonel, los guías que nos acompañarían durante todo el día. Ahí conocimos a la tripulación y, tras un breve briefing de seguridad, nos embarcaron en el ‘longtail’ o barca tradicional tailandesa para comenzar la aventura. Roco y Juan Leonel forman parte de la empresa Phi Phi Latino, quienes ofrecen todas las excursiones en español con un equipo entusiasta y apasionado por lo que hace y eso se nota en cada momento. Además, tienen algún truquito para disfrutar en soledad de lugares donde suele haber muchos turistas.

La primera parada en nuestro itinerario fue la Isla Bamboo, un paraíso tropical rodeado de aguas cristalinas. Al descender del barco, quedamos maravillados por la belleza virgen de la playa de arena blanca y las exuberantes palmeras que bailaban al ritmo de la brisa. Allí, nos sumergimos en el océano turquesa, nadando entre peces de colores y corales vibrantes, mientras los rayos del sol acariciaban nuestros cuerpos.

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Isla Bamboo

Después de disfrutar de esta playa de ensueño, el barco nos llevó Phi Phi Leh, y más concretamente a Pileh Lagoon, una laguna escondida rodeada de impresionantes acantilados de piedra caliza. Al acercarse, el agua adquirió tonalidades que iban desde el verde esmeralda hasta el azul zafiro. Aquí tuvimos tiempo para saltar al agua, nadar en la laguna, hacernos unas cuantas fotos y maravillarnos con la sensación de estar en un lugar completamente apartado del mundo.

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Pileh Lagoon

El siguiente destino fue Monkey Beach, una playa famosa por sus habitantes peludos y traviesos. Cuando el barco atracó en la costa, pudimos ver a los monos saltando de roca en roca, curiosos por la presencia de los visitantes. Con cautela, nos acercaron y compartimos momentos de diversión mientras los monos jugaban y buscaban golosinas. Esta experiencia nos recordó la importancia de preservar la naturaleza y proteger a todas las criaturas que habitan en ella.

La travesía continuó hacia Viking Cave, una cueva misteriosa que alberga un sinfín de secretos. Su nombre se originó por las antiguas pinturas rupestres de barcos vikingos encontradas en su interior. El barco se acercó lentamente a la entrada de la cueva, y pudimos admirar las formaciones rocosas majestuosas. La atmósfera mística nos transportó a tiempos remotos y despertó nuestra imaginación, recordándonos la rica historia y cultura de esta región.

Además de las pinturas, se sabe que la cueva se ha utilizado durante siglos como lugar de recolección de nidos de golondrina, muy valorados en el mercado chino ya que con ellos se elabora un delicioso manjar: la sopa de nido de golondrina. La cueva se encuentra en una zona protegida y sólo se puede acceder a ella en barco desde Phi Phi Don. Los turistas no pueden entrar en la cueva, pero pueden apreciarla desde el exterior convirtiéndose en una atracción turística muy interesante y única en Tailandia, sobre todo si vas con un guía como Roco, que te explicará todo lo relacionado con esta cueva.

La siguiente parada fue el emocionante momento en el que tuvimos la oportunidad de hacer snorkel con tiburones en aguas abiertas. Equipados con máscaras, nos sumergimos en el océano en busca de estas criaturas majestuosas. Al acercarnos a ellos, pudimos observar la elegancia y la belleza de los tiburones en su hábitat natural, nadando con gracia y cautela. La adrenalina y la emoción se apoderaron de nosotros, dejando una huella imborrable en nuestros corazones.

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En aguas abiertas

Tras la emocionante experiencia con los tiburones, el barco nos llevó a la serena Nuy Bay, un remanso de paz y tranquilidad. El agua en esta bahía era tan clara que podíamos ver hasta el fondo marino. Nadamos en sus cálidas aguas y nos deleitamos con la sensación de estar inmersos en la serenidad de la naturaleza.

El punto culminante de la travesía fue la famosa Maya Bay, conocida por ser el escenario de la película "La Playa". El barco nos dejó al otro lado de la isla y tuvimos que caminar unos 10 minutos hasta llegar a la bahía, ya que estuvo cerrada durante mucho tiempo para regenerar el coral que había perdido debido a la masificación del turismo. Hoy en día hay un cupo limitado de visitas, cerrándose cada día a las 5 de la tarde.

Eso sí, la imagen no se nos olvidará en la vida. La arena blanca y suave, las rocas imponentes y la vegetación exuberante se combinaban en un espectáculo de colores y texturas. Exploramos la playa, disfrutando de un tiempo de relajación bajo el cálido sol tropical.

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Maya Bay

A medida que el día llegaba a su fin, el barco navegó hacia el horizonte, preparándose para otro momento muy esperado: el épico atardecer en el mar. El cielo se tiñó de tonos dorados y naranjas, creando un paisaje de ensueño mientras el sol se sumergía lentamente en el horizonte. El mar se convirtió en un lienzo de reflejos dorados y nos sumergimos en el agua para nadar entre el resplandor del plancton bioluminiscente. Cada movimiento de nuestros brazos y piernas producía un mini destello mágico, iluminando ligeramente la oscuridad y creando un espectáculo de luz y color.

Mientras flotábamos en el mar, rodeados del plancton, nos sentimos conectados con la naturaleza de una manera única. Era como si estuviéramos tocando las estrellas y bailando con la luna en el abrazo del océano. En ese momento, comprendimos que estas experiencias trascendentales son un regalo que debemos valorar y proteger.

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El 'longtail'

Finalmente, el barco nos llevó de regreso al puerto, con los corazones llenos de gratitud y recuerdos inolvidables. Podemos decir que nuestro día en las islas Phi Phi fue una aventura preciosa que nos transportó a un mundo de maravillas naturales y experiencias inolvidables. Con la esperanza de preservar estos tesoros para las generaciones futuras, nos despedimos con la promesa de volver a explorar los misterios y la belleza del océano en el futuro.