jueves. 28.03.2024
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El surf es mucho más que una ocupación, diversión o deporte. Para los conversos, el surf es una religión, una comunión con la naturaleza que requiere la habilidad de escuchar al Océano, responder a sus ritmos y respetar su poderío. Es algo espiritual, pacífico, meditativo y esclarecedor.

Sin embargo, la naturaleza raramente permanece en calma: también puede ser violenta y contundente. En esos momentos de máxima adrenalina o estrés, como cuando entras en el tubo de la ola a riesgo de ser arrojado bajo una oleada de energía, es cuando se revelan los prejuicios más profundos. El jugador de fútbol de otra raza en el equipo rival es un "mono". La conductora que accidentalmente te interrumpe el tráfico es una "estúpida mujer al volante". El hombre (gay o no) que se pilla la ola que tú querías es un "marica".

Personas homosexuales existen en todos los ámbitos de la vida y en todas las industrias. En nuestra sociedad, ya hemos llegado a un acuerdo en eso y parece que poco a poco se va aceptando. Pero sin embargo, siguen existiendo muchos campos, incluido el surf, donde la retórica hiper masculina es tan dominante que la mera existencia de personas gays es apenas reconocida.

Hace unos años, un surfista se dio cuenta de esto, creando una comunidad global para unir al colectivo homosexual.

Thomas Castets es un francés que vive en Australia y lleva surfeando desde su adolescencia. Como muchos otros de su generación, tomó la decisión de mudarse a Australia en busca de las mejores olas. Allí fundó la comunidad online GaySurfers.net, un espacio de encuentro para "surferos que resulta son gays", como Thomas la define. Es una distinción familiar la que muchos surfistas gays hacen: su identidad surfista prevalece sobre su sexualidad.

Ese amor por el surf significa que por lo general, los surfistas gays traten de no destacar sobre los demás. "Todo el mundo trata de mezclarse," dice Castets. "Existe una jerarquía en el agua para poder coger la ola en la que tú quieres encajar, es algo así como el ejército. Queremos estar dentro del rollo pero no atraer mucha atención."

Por ello o quizás a pesar de ello, Castets produjo hace unos años un precioso documental: Out in the Lineup, en donde él y el surfer profesional David Wakefield hablan tanto con surfistas gays que no se atreven a salir del armario, como con miembros de la comunidad surfera.

Además, a pesar de su talento, las mujeres surfistas profesionales compiten por premios mucho menores que sus homólogos masculinos, reduciendo su aparición a modelos de bikinis por sus patrocinadores (en algunas campañas no se muestra ni la cabeza, sólo unas tetas y un culo sobre la tabla). Surfistas lesbianas profesionales, las cuales hay varias en la competición, deben cumplir con un estándar de belleza o renunciar a los acuerdos de patrocinio que hacen que el surf profesional sea económicamente viable. Por su parte, los surfistas gays profesionales son invisibles, preocupados por la hiper masculinidad que requieren los patrocinadores.

Así pues, este es el mundo en el que nos encontramos. Existen otros campos dominados por hombres, tales como el fútbol o el ejército, que cada vez van siendo más inclusivos debido a las presiones externas políticas y de mercado, aunque a un ritmo exasperantemente lento. Entonces, ¿por qué el surf no ha visto ningún avance en lo que respecta al colectivo homosexual y su normalización en este maravilloso deporte?


 

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