viernes. 29.03.2024
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«Ayer volví de una expedición de escalada al Matterhorn suizo. Ascendimos por la arista Hornli, la famosa ruta utilizada por primera vez en 1865. Voy allí todos los veranos. Estas rutas tan utilizadas se están volviendo peligrosas y varias se han cerrado. El permafrost, que ha mantenido la roca sólida durante cientos o miles de años, se está derritiendo. Se derrite durante el día y se congela por la noche y, de este modo, la roca se deshace. Este proceso se observa cada año a mayor altitud: va subiendo por la montaña».

Sebastian Montaz vive en Saint Gervais, un pueblo de la región francesa de Chamonix. Guía de montaña e instructor de esquí, creció en los Alpes franceses, pero guía a escaladores y esquiadores por toda la región alpina.

«Normalmente, las montañas cambian lentamente. Pero en los Alpes apreciamos los cambios casi con cada estación. Los cambios han sido radicales desde que yo era niño y quién sabe cómo serán los Alpes cuando mi hija sea mayor».

«Durante los cinco últimos años, de junio a julio no ha sido posible realizar escalada mixta, que se hace sobre nieve y hielo. Ahora no es seguro desde junio hasta finales de septiembre. El invierno pasado cayeron las mayores nevadas en nueve años, pero inviernos como ése son ahora la excepción», afirma Sebastián.

El cambio climático está afectando a los Alpes tanto en la composición del permafrost que mantiene la roca sólida como en el volumen y calidad de la nieve. Los glaciares se están retirando y los puentes de hielo y nieve desaparecen. El oficio de guía de montaña está cambiando, a medida que las rutas tradicionales van haciéndose inseguras. Algunos glaciares, que podían cruzarse hace cinco años, han cambiado. El hielo ha desaparecido y ha dejado la roca al descubierto.

Un icono de Europa

Los Alpes son un símbolo de Europa. Esta cordillera es uno de los principales destinos turísticos del continente, pero es mucho más que un lugar de vacaciones. El 40 % del agua dulce de Europa se origina allí, abasteciendo a decenas de millones de europeos de las llanuras. No es extraño que en ocasiones los Alpes reciban el nombre de «depósito de agua de Europa».

Este agua dulce es vital, no sólo para los ocho países alpinos, sino para una inmensa extensión de la Europa continental. En un reciente informe de la AEMA titulado «Regional climate change and adaptation — The Alps facing the challenge of changing water resources» (Cambio climático regional y adaptación: los Alpes ante el reto de la alteración de los recursos hídricos) se analizan los efectos del cambio climático para la oferta y la demanda de agua dulce en regiones alpinas clave.


En perspectiva: los efectos del cambio climático en el ecosistema alpino

El impacto del cambio climático sobre los servicios ecosistémicos alpinos no se limita a sus efectos sobre el suministro de agua potable. Por cada grado centígrado de ascenso de la temperatura, el límite de las nieves perpetuas sube unos 150 metros. En consecuencia, se acumula menos nieve en las cotas bajas. Casi la mitad de las estaciones de esquí de Suiza, y todavía más en Alemania, Austria y los Pirineos, tendrán problemas para atraer a los turistas y amantes de los deportes de invierno en el futuro.

Las especies vegetales también se desplazan hacia el norte y hacia cotas más altas. Las llamadas «especies pioneras» ganan altura. Las plantas que se han adaptado al frío están siendo expulsadas de sus territorios naturales. Las especies vegetales europeas podrían desplazarse cientos de kilómetros al norte hasta finales del siglo XXI y el 60 % de las especies vegetales de montaña podrían enfrentarse a la extinción.

Las reducciones observadas y estimadas del permafrost también aumentarán los riesgos naturales y los daños para las infraestructuras de gran altitud. La ola de calor que barrió Europa en 2003 demuestra los graves efectos que pueden tener las altas temperaturas y la sequía para el bienestar humano y para los sectores económicos que dependen del agua (como la producción de energía). Los glaciares alpinos perdieron una décima parte de su masa tan sólo ese año y hubo decenas de miles de muertos en toda Europa.

Los Alpes ofrecen una visión preliminar de los retos a los que se enfrentan los ecosistemas, los hábitats y las poblaciones de toda Europa y del mundo. En el relato sobre el Ártico, que veremos más adelante, algunos habitantes de su parte europea nos hablarán de los efectos que el cambio climático está teniendo ya en sus vidas.


Los Alpes: un ecosistema cambiante

En circunstancias normales, las montañas cambian lentamente, como bien señala Sebastián Montaz. Pero el clima alpino ha experimentado un cambio significativo durante los últimos cien años, con un ascenso térmico de 2 °C: el doble de la media planetaria. Y la consecuencia es que los glaciares alpinos se derriten. Han perdido la mitad de su volumen de hielo desde 1850 y el ritmo de pérdida se ha acelerado mucho desde mediados de la década de 1980.

También el límite de las nieves perpetuas asciende en altura y las pautas de precipitación (lluvia, nieve, granizo y aguanieve) están cambiando. Es probable que muchos glaciares pequeños y medianos desaparezcan durante la primera mitad de este siglo. Se cree que las actuales regiones nivosas recibirán cada vez más lluvias y verán así reducido el número de días de duración de la cubierta de nieve. Esto afecta al modo en que la montaña recoge y almacena el agua en invierno y la distribuye en los meses estivales. Por lo tanto, cabe esperar que aumente la escorrentía en invierno y que disminuya en verano.

El ciclo hidrológico y el cambio climático

El agua se recoge y almacenada en forma de nieve y hielo en los glaciares, los lagos, los acuíferos y los suelos de los Alpes durante el invierno. En primavera y verano se libera poco a poco con el deshielo y alimenta a ríos como el Danubio, el Rin, el Po y el Ródano, todos ellos con cabeceras de montaña. De este modo las llanuras reciben agua en el momento en que disminuyen las precipitaciones y la demanda es mayor.

Las delicadas interacciones que sustentan este antiguo proceso de almacenamiento y descarga de agua están ahora amenazadas por el cambio climático. ¿Cómo afectará el cambio climático a los ecosistemas alpinos? ¿Cómo cambiarán los servicios ecosistémicos? ¿Qué podemos hacer?

Un servicio ecosistémico bajo presión

El «depósito de agua» alpino es muy sensible y vulnerable a las variaciones de los procesos meteorológicos y climáticos, a las transformaciones del paisaje y a los cambios en las pautas de consumo de agua del ser humano. Estas alteraciones pueden afectar a la calidad y cantidad del agua que reciben decenas de millones de europeos.


¿Sabía que...?

Una cuenca hidrográfica es el territorio por el que fluyen todas las escorrentías de superficie a través de una serie de arroyos, ríos e incluso lagos para verterse al mar por la desembocadura, estuario o delta de un solo río.

La gestión de una cuenca hidrográfica es la protección de un río, desde su nacimiento hasta el mar, y de los paisajes que atraviesa. Ello requiere a menudo involucrar a diferentes sectores y autoridades, pero es crucial asegurar la calidad y cantidad del recurso hídrico.


El cambio climático amenaza con alterar radicalmente el «ciclo hidrológico» alpino. Es previsible que las variaciones de las pautas de precipitación, de la cubierta de nieve y de almacenamiento en glaciares cambien la forma en que se transporta el agua. Esto implica más sequías en verano, más inundaciones y corrimientos de tierras en invierno, y mayor variabilidad del abastecimiento de agua a lo largo del año. También se verá afectada la calidad del agua.

Es probable que la escasez de agua y la mayor frecuencia de los episodios meteorológicos extremos, junto con el permanente crecimiento de la demanda de agua (para la agricultura de regadío o para el turismo, por ejemplo), sean perjudiciales para los servicios ecosistémicos y los sectores económicos. Los hogares, la agricultura, la producción de energía, la silvicultura, el turismo y la navegación fluvial: todos estos sectores sufrirán las consecuencias. Todo ello puede agravar los problemas actuales de los recursos hídricos y crear conflictos entre los usuarios de la región alpina y de otras partes. En concreto, es posible que el sur de Europa sufra sequías con más frecuencia.

El agua —un recurso que a menudo se da por sentado — adquiere un nuevo valor en el contexto del cambio climático.

En las calles de Viena

«El agua que recibimos en Viena recorre al menos 100 kilómetros desde los manantiales de montaña», afirma el Dr. Gerhard Kuschnig, responsable de Protección de Manantiales del Servicio de Agua de Viena. El Dr. Kuschnig vive a varios cientos de kilómetros del hogar alpino de Sebastián, el guía de montaña. Pero en su mente está igualmente el cambio climático.

«Por ahora, no tenemos verdaderos problemas de cantidad o calidad del agua, pero el futuro es incierto. Gestionar el cambio climático implica gestionar la incertidumbre. Queremos asegurarnos de que nos estamos planteando las preguntas adecuadas», añade el Dr. Kuschnig.

El suministro de agua de dos millones de habitantes de las ciudades de Viena y Graz y su entorno dependen de una parte de los Alpes austríacos. Por lo tanto, los manantiales de agua dulce de la zona gozan de protección legal. Los acuíferos (un estrato de roca saturada a través del cual puede circular el agua fácilmente) de estas zonas de montaña son muy vulnerables debido a la composición geológica de la roca, al clima y a los usos del suelo, que en conjunto afectan en gran medida a la calidad y cantidad del agua disponible.

Uno de los retos principales que ha de afrontar esta región para adaptarse al cambio climático es preservar la cantidad y calidad del agua dulce. Sólo será posible garantizar la disponibilidad de agua dulce de alta calidad a largo plazo si se protege el suelo por el que circula. Los cambios en el suelo —incluidas, por ejemplo, las nuevas prácticas agrarias y la construcción— afectan a la calidad y cantidad del agua. Viena lleva más de 130 años protegiendo los manantiales de montaña cercanos, haciéndose gradualmente con el control de inmensos territorios en las zonas de protección y reserva hídrica. La zona de protección hídrica comprende una superficie de 970 km² en Estiria y la Baja Austria.

El ciclo hidrológico

El agua corre por los estratos de superficie de la roca, circula por el interior de la montaña y, después de alcanzar los estratos impermeables, desemboca en los manantiales, a través de los cuales vuelve a la superficie», explica el Dr. Kuschnig.

«Después de una precipitación, el tiempo que transcurre entre la infiltración (la entrada de agua en el suelo) y la descarga (el retorno a la superficie a través de un manantial) es muy corto. Los episodios meteorológicos extremos, como las lluvias intensas o el deshielo rápido, movilizan grandes cantidades de sedimento que afectan a la calidad del agua y que normalmente no pueden filtrarse en el corto tiempo que pasa hasta la descarga. La probabilidad de que ocurran episodios meteorológicos extremos aumenta con el cambio climático».

El cambio climático

Los cambios en las condiciones climáticas de la región, como el ascenso de las temperaturas, tendrán una influencia directa sobre la disponibilidad y calidad del agua debido a la mayor evaporación y a las variaciones de la precipitación. El cambio climático también provoca efectos indirectos sobre los recursos hídricos por las alteraciones en la vegetación.

Dos terceras partes de la zona de protección están cubiertas de bosques. Al igual que la agricultura, los bosques de la región se gestionan pensando en la protección del agua potable. «La mayor amenaza que se cierne sobre nosotros en estos momentos a consecuencia del cambio climático es el aumento de la erosión, ya que pone en peligro a los bosques. Sin árboles y sin un follaje adecuado, el suelo desaparecerá por efecto de la erosión y es la tierra la que limpia el agua. El ascenso de las temperaturas traerá nuevos tipos de árboles. Cambio climático es igual a incertidumbre y nuevos factores… y eso siempre supone un riesgo», afirma el Dr. Kuschnig.

Actividades y experiencias de adaptación

Entre tanto, la autoridad competente en materia de agua debe acometer una importante tarea educativa. La escuela del agua lleva 13 años enseñando a los niños de la zona la importancia del agua y del paisaje que la proporciona. Se ofrecen viajes periódicos a los manantiales de montaña para que los alumnos puedan entender mejor de dónde viene el agua que consumen. La información también es importante para las explotaciones agropecuarias que operan en los elevados pastos alpinos: también ellos tienen la responsabilidad de proteger el suelo en torno a los manantiales, especialmente de los efluentes animales.

El Servicio de Agua de Viena ya participa en proyectos que congregan a otras partes interesadas en el mundo del agua para hablar de impactos y adaptación al cambio climático. Por ejemplo, en un proyecto denominado CC-WaterS participan 18 organizaciones de 8 países para compartir experiencias y debatir sobre procedimientos de adaptación comunes.

Política de adaptación

«Las políticas relativas a la adaptación al cambio climático suelen adoptarse como reacción a episodios meteorológicos extremos que motivan la exigencia de actuaciones concretas», afirma Stéphane Isoard, del equipo de Vulnerabilidad y Adaptación de la AEMA.

La ola de calor de 2003 es un ejemplo. Sin embargo, es preciso diseñar ya estrategias de adaptación basadas en un análisis más sistemático de las regiones, sectores y poblaciones vulnerables y ponerlas en práctica lo antes posible, si se quiere que sean eficaces en el futuro para hacer frente a las inevitables consecuencias del cambio climático. La adaptación al cambio climático y a los problemas de los recursos hídricos requiere una gestión local en un contexto regional, nacional y europeo», señala.

Un elemento clave será la gestión eficaz de las cuencas hidrográficas que traspasan las fronteras nacionales. Por ejemplo, hasta la fecha ha habido muy poca cooperación internacional para resolver la escasez de agua en las cuencas hidrográficas que tienen su nacimiento en la región alpina o reciben aportes hídricos de la misma. La Unión Europea está en una posición sólida para colaborar en este proceso mejorando las condiciones que favorecen la cooperación.


La mitigación del cambio climático supone reducir las emisiones de gases «de efecto invernadero», es decir, evitar los impactos del cambio climático que no se pueden controlar. Sin embargo, aunque dejaran de generarse emisiones hoy mismo, el cambio climático continuaría durante mucho tiempo debido a la acumulación histórica de gases de efecto de invernadero en la atmósfera.

Por lo tanto, hemos de comenzar a adaptarnos. La adaptación al cambio climático implica evaluar y hacer frente a la vulnerabilidad de los sistemas naturales y humanos a impactos tales como inundaciones, sequías, elevación del nivel del mar, enfermedades y olas de calor. En última instancia, la adaptación significa reconsiderar dónde y cómo queremos vivir ahora y en el futuro. ¿De dónde obtendremos el agua? ¿Cómo nos protegeremos de los episodios meteorológicos extremos?


Fuente: Agencia Europea del Medio Ambiente


 

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