viernes. 29.03.2024

El cambio climático y el uso de pesticidas están acabando con este insecto, clave en la conservación de muchas plantas y frutas. La pelea entre humanos y polinizadores se presenta como un duelo en el que todos tenemos mucho que perder.

Circula por Internet una frase de Albert Einstein que con toda probabilidad es apócrifa, pero que tiene algunos visos de realidad. El que se la inventó afirma que si las abejas desaparecieran de la faz de la Tierra a los humanos sólo nos quedarían unos cuatro años de supervivencia.

Por suerte para la humanidad las abejas no son las únicas polinizadoras, así que si se extinguieran, el daño sería terrible para muchas plantas y frutas, pero todavía nos quedarían otros animales que nos echarían un cable. Ahí estarían las mariposas, los colibrís, los sírfidos (que son moscas aunque no lo parezcan), los murciélagos o los abejorros, que polinizan mucho más que las abejas.

De todos modos no hay que lanzar las campanas al vuelo, porque si las abejas están desapareciendo, en gran parte por el uso de pesticidas en agricultura, también lo están haciendo los abejorros.

Adaptarse o morir

Estados Unidos es uno de los países del mundo donde más se nota la desaparición de estos insectos y quizás por eso están evolucionando a pasos agigantados. La bióloga Nicole Miller-Struttmann, del Sunny College de Nueva York, acaba de descubrir que en tan sólo 40 años, las lenguas de dos especies de abejorros que viven en las montañas rocosas de Colorado han reducido en un 25% de media su longitud.

Según se explica en el artículo este es un claro ejemplo de coevolución de especies. Los abejorros con lenguas más largas están adaptados para obtener polen de las flores con pistilos más altos, pero según estas flores han ido desapareciendo, los abejorros con lenguas más cortas les han ido reemplazando porque son capaces de alimentarse de flores con distintas morfologías.

El cambio climático está haciendo que las abejas evolucionen a nivel poblacional.

La evolución es un proceso que lleva muchísimo tiempo, así que 40 años parece un periodo bastante corto, pero la investigadora aclara para Bez que en realidad “sí es posible que la evolución ocurra tan rápido, sobre todo porque los abejorros sólo viven un año y a su muerte les sucede una nueva generación. Eso quiere decir que en 40 años los cambios han ocurrido a lo largo de 40 o 50 generaciones, lo que es un tiempo suficiente”.

Miller-Struttman va incluso más allá y asegura que sus datos indican que “el cambio climático está haciendo que las abejas evolucionen a nivel poblacional. La selección ha favorecido a los abejorros de lenguas cortas, haciendo que los de lenguas largas no estén aportando nada a las generaciones futuras”.

Quizá no sea suficiente

El biólogo de la Universidad de Ottawa Jeremy Kerr explica a bez.es que por desgracia “no hay evidencia de que este tipo de respuestas microevolutivas que Miller-Struttmann ha descubierto sean suficientes para ayudar a las abejas a sobrevivir al cambio climático”.

En el mes de julio el propio Kerr, junto a otros investigadores, publicó también en Science una amplia investigación sobre el impacto global del cambio climático sobre los abejorros. Según comenta a Bez el investigador, el estudio cubrió lo que había ocurrido en los últimos 110 años, “pero no midió cómo han podido o no cambiar los rasgos de los abejorros, sino que simplemente se miró si parecían sobrevivir durante ese tiempo en los límites de su distribución habitual”. Lo que vieron en muchas áreas es “que estos insectos no son capaces de mantener poblaciones donde antes sí lo hacían, especialmente en el sur de Europa y Norte América”.

La supervivencia de estos insectos no es fácil, ya que, de acuerdo con Miller-Struttman, la desaparición de muchos tipos de flores es una realidad “en muchos hábitats alrededor de todo el mundo, tanto urbanos como en tierras salvajes”.

¿Esperanza futura?

Frente a tanta desolación informativa, pedimos a Kerr que nos dé, si es que existe, algún signo esperanzador de que las tornas pueden cambiar. Y parece ser que sí, que se pueden “plantar especies nativas de flores salvajes en nuestros jardines, junto a las carreteras y en los límites de los campos agrícolas” y además “se puede evitar excavar en las áreas donde las especies de abejorros suelen poner sus nidos”.

Recuerda de todos modos Kerr que, además de al cambio climático, los abejorros se enfrentan otros muchos problemas como el uso de pesticidas, incluidos “los neonicotinoides, que se aplican de manera intensiva en áreas muy extensas, produciendo pérdidas de habitats e introduciendo enfermedades”.

También aquí hay malas noticias, porque el pasado mes de julio, y a pesar de la legislación europea, en Reino Unido se ha levantando la prohibición de este tipo de insecticidas por presión del Sindicato Nacional de Granjeros. Según ellos esos pesticidas concretos son necesarios para proteger unos 300 kilómetros cuadrados de la acción de una especie de escarabajo que afecta a las plantas oleaginosas.

La pelea entre humanos y polinizadores se presenta como un duelo en el que todos tenemos mucho que perder.

Artículo escrito por Jaime Fernández, publicado originalmente en Bez y reproducido bajo licencia CC BY-NC-ND 4.0