viernes. 29.03.2024
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Habitualmente vistas como formaciones que dinamizan poco el entorno, las montañas son esenciales en la configuración de nuestras sociedades. No solo son importantes por funcionar como depósitos de agua, sino que la mitad del mundo depende de sus ecosistemas para conseguir comida y energía para subsistir.

En la región paquistaní del Hindukush, la prolongación más occidental de las cordilleras del Pamir, el Karakórum y el Himalaya, el 80% del agua que llega a la cuenca del Río Indo sale de las formaciones rocosas del Himalaya. En esta cuenca se cultiva comida para 180 millones de personas. El monte Kenia, en África del Este, da agua a 7 millones de personas

Ciudades como Tokio o Nueva York, entre otras, dependen únicamente de agua dulce que proviene de montañas y con más de 500 glaciares desapareciendo en el mundo, las consecuencias para las poblaciones viviendo aguas abajo pueden ser terribles.

Deberían también importarte las montañas por su papel en la regulación del clima. Al interceptar la circulación mundial de aire, su efecto es clave en las dinámicas de las precipitaciones, temperaturas o el propio viento. La variación climatológica tan notable en las montañas, cambiando según la altitud, la exposición o el desnivel, ha llevado a los habitantes de las montañas a desarrollar innumerables sistemas de agricultura y ganadería para adaptarse a estas condiciones imprevisibles, generando un archivo de conocimientos y habilidades riquísimo a lo largo del planeta. Estos sistemas suelen ser diversificados y bien adaptados al terreno, lo que protege a los suelos de la erosión, conservando así el agua y manteniendo la biodiversidad.

Punta Bariloche, Chile

Las montañas son también regiones de contrastes. Mientras que una de cada tres personas que viven en las montañas en países en desarrollo están en riesgo de inseguridad alimentaria, atraen por otro lado el 20% del turismo global. La gente de las montañas en países de renta baja están normalmente olvidadas, excluidas de los procesos de tomas de decisión, sin una voz real en la vida política de sus comunidades, conllevando esto una falta de acceso a servicios básicos que cierra el circulo de su propia exclusión. Ya que todavía a día de hoy son hogar de constantes luchas por mejorar las condiciones de vida, también deberían importarte las montañas.

Los cambios que estamos presenciando en las últimas décadas en el clima, pero también a nivel socioeconómico, están volviendo las regiones montañosas más propensas a desastres naturales. El aumento de la población mundial, la creciente expansión de la agricultura y ganadería comercial-industrial, junto al crecimiento de la urbanización, han ido reduciendo más y más la cantidad de tierra arable, empobrecido a los habitantes de las montañas y disminuyendo la biodiversidad de las mismas. La presión ejercida sobre el ecosistema montañoso, como la tala masiva de árboles, conlleva una pérdida de la calidad del suelo, compactándose la tierra y acelerando la erosión, disminuyendo la fertilidad y contribuyendo así al aumento del riesgo de desastres naturales en estas zonas. Este proceso se ve acelerado por la pérdida de sistemas tradicionales diversificados de agricultura, que aumenta la presión sobre los suelos.

Es necesario poner a las montañas de nuevo en la agenda política, para proteger a las comunidades que la habitan y el propio futuro del resto de nosotros.


 

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