jueves. 28.03.2024

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Todo comienza el 5 de febrero de 2016 a las siete de la mañana. Nos dirigimos al aeropuerto de Madrid para coger un avión con destino Múnich. Tras tres horas de vuelo aterrizamos en suelo alemán a eso de las doce del mediodía y, para cumplir con los hábitos de los países que visitamos, lo primero que hacemos tras recoger nuestro equipaje es tomarnos un currywurst con unas buenas cervezas de medio litro. Tras ese primer tentempié cogemos un autobús que nos conduce hasta Innsbruck. Otras tres horas de viaje donde cruzamos la frontera alemana y nos introducimos en las montañas del Tirol. Llegamos por fin a Innsbruck a las cuatro de la tarde. Allí nos recibe nuestro amigo David, uno de tantos jóvenes españoles que se ha visto obligado a emigrar para encontrar posibilidades de futuro.

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Nos dirigimos a su casa, un pequeño pero encantador apartamento en la orilla del río Eno a los pies del Nordkette, una de las montañas más emblemáticas de la capital del Tirol. Como buen cocinero que es, nos tiene preparado un estupendo cocido madrileño que nos repone toda la energía gastada durante el viaje y nos deja listos para una prometedora semana de esquí.

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En estos días pudimos disfrutar de tres de las ocho estaciones del dominio tirolés: Axamer Lizum, Küthai y Stubaier Gletscher. Son estaciones separadas por muy pocos kilómetros y a ellas llegábamos fácilmente en menos de una hora cogiendo un autobús desde la estación central de Innsbruck. Autobuses que son gratuitos, excepto al Glaciar, si se va con el atrezo de esquí. Tanto en Axam, Kütai como en Stubaier todos los días la nieve estaba en perfectas condiciones y los kilómetros esquiables rondaban los máximos disponibles, pese a no caer una nevada grande ninguno de los días. Allí las estaciones abren sobre las nueve de la mañana y cierran en torno a las cuatro. Durante las mañanas el tiempo era perfecto, combinación de sol y pequeñas nubes (pero ni un atisbo de tormenta) y durante la noche caía una leve capa que cubría la mayor parte de lo pisado y lo dejaba virgen para el día siguiente.

Nosotros que íbamos a esquiar durante muchos días, estábamos a menos de una hora de las estaciones y, además, salíamos a tomar unas cervezas por la noche de Innsbruck durante su famosa semana de carnaval, llegábamos a las estaciones sobre el mediodía y esquiábamos hasta el cierre. Aunque pueda parecer poco era suficiente para exprimir al máximo las estaciones y acabar bastante cansados al final de cada día. Conocimos la mayor parte de las tres aunque nos dejamos alguna zona sin hacer, una excusa más para volver el año que viene.

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La primera estación a la que fuimos fue la histórica estación olímpica de Axamer Lizum. Treinta kilómetros esquiables distribuidos en dos laderas principales que llegan a un funicular bastante grande. La subida desde él hace presagiar la majestuosidad de las vistas que se tiene desde la cota Hoadl a 2340m. Eso sí, todas las pistas y fuera pistas bajan hacia la otra cara que es por donde se encuentran distribuidos sus diez remontes disponibles, entre perchas, sillas y funicular. La estación tenía mucho encanto, con variedad de pistas anchas y estrechas con árboles a los lados, junto con grandes palas muy empinadas, y otras no tanto, para hacer fuera pista. También tenía un pequeño snow-park con un par de saltos y un par de obstáculos para grindar. Fue una estación que nos gustó mucho y a la que fuimos dos días. Había poca gente, remontes fluidos, nieve polvo, fuera pistas asequibles, pistas cuidadas y bonitas vistas de la ciudad.

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La siguiente fue Kütai, cuarenta kilómetros esquiables divididos en dos caras diferentes separadas por una carretera, con sus respectivos túneles para que cruces esquiando. Las bajadas por pista o por fuera pista son por zonas sin árboles por lo que te generaba una sensación de amplitud. Nosotros utilizamos cinco de los doce remontes disponibles, que son los que realmente te permiten hacer bajadas largas, y estuvimos esquiando por ambos lados de la estación. Fue mejor cuando lo hicimos en la cara que daba el sol, pues ayudaba a que la nieve estuviese en mejores condiciones. Nos encontramos con bajadas muy largas, con mucha inclinación en las partes superiores y divertidas y prolongadas zonas en las partes media-baja de la montaña. Tenía un snow-park y, no sabemos si por la coincidencia con un evento de free style, tenía construido un half pipe. Para nosotros fue una novedad porque nunca habíamos estado en una estación con uno de ellos. Nos metimos y costaba mucho girar en el quarter para continuar con la bajada. Es en estos momentos cuando valoras realmente las locuras que se ven en los vídeos. 

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La última estación que visitamos fue Stubaier Gletscher. En esta estación es donde se aprecia verdaderamente la grandiosidad de los Alpes, en este caso orientales, y donde se encuentra el punto más alto de la región, Top of Tyrol 3210m. Esta es la estación tirolesa con más kilómetros disponibles, supera los cien, y cuenta con un total de veintiséis remontes entre perchas, sillas, góndolas y telecabinas. Es un dominio muy grande y amplio donde pudimos bajar tanto por pistas amplias y muy empinadas, como por fuera pistas de varios niveles de dificultad. Era un espacio tan amplio que siempre podías encontrar nuevas líneas sin pisar. Cuenta con un snow-park no apto para novatos, o al menos eso nos pareció al pasar al lado de la fila de saltos “fáciles”. Podríamos decir que, en cuanto a las instalaciones, los kilómetros esquiables, la calidad de la nieve y el ambiente del apres-ski, nos encontramos con la mejor estación de las tres visitadas. Y en palabras de los locals de allí, la mejor de la zona (sin contar Ischgl).

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En definitiva, fue un viaje muy completo donde aparte de esquiar en estas tres estaciones pudimos conocer el ambiente de la ciudad, incluido una de las famosas fiestas del igloo de Nordkette. Días que guardaremos para el recuerdo como uno de los mejores viajes de esquí que hemos hecho hasta ahora, y eso que Saint Lary (Francia)1, Jasna (Eslovaquia)2, o Arcalis (Andorra)3 entre otros destinos, habían puesto el listón muy alto.

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Debemos un agradecimiento muy especial a David por su hospitalidad y a todo su grupo de amigos de Innsbruck por hacer todo lo posible para que disfrutáramos al máximo de esta experiencia. Y tanto que lo consiguieron. Nuestra aventura termina el 14 de febrero aterrizando en Madrid  y con muchas ganas de volver.

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Víctor Otón – el que puso las risas durante todo el viaje

Gonzalo Romo – el que pone los magníficos edit-vídeo resumen de cada viaje 1,2,3

David Fernández – el que puso la casa, el arte en la cocina y todo lo demás

Luis Baratas – el que escribe estas líneas.


 

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