viernes. 29.03.2024
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Patagonia es un viaje que hice en dos ocasiones y a regiones (de Patagonia) diferentes. Y no tengo dudas, es uno de los destinos ineludibles a hacer (al menos) una vez en la vida para cualquier viajero y amante de la naturaleza que se precie.

1. Vas a comprobar que hay paisajes inalterados por miles de kilómetros. 

No es que no vas a ver nada que te recuerde a la presencia humana porque no es cierto. Hay caminos, pero aún la mayoría de kilómetros son de ripio. Hay ciudades, pero son pequeñas y más cerca de los 1.000 habitantes que de los diez mil (sobre todo en el sector cordillerano). Hay aire puro, lagos prístinos, montañas inexploradas, campos de hielos milenarios y glaciares estruendosos que no retroceden. Y sobre todo hay distancias enormes que atravesar en silencio, acompañado del viento o de las “cuatro estaciones en un día” (porque el clima es sumamente cambiante).

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2. Vas a conocer cantidad de lugares del estilo “nunca había visto nada parecido”. 

Para empezar, en el blog hay 20 lugares para morir de amor por Patagonia (que no es poco). Entre ellos y empezando en Argentina, un glaciar que forma un puente de hielo que se desmorona cada ciertos años (el Perito Moreno), una península (Valdés) que es un mundo marino a cielo abierto con decenas de especies en completa libertad, un lago en el que navegar entre gigantescos icebergs y sentirte como si estuvieras en la Antártida (Lago Argentino), una laguna color esmeralda en Tierra del Fuego, un lago azul, un bosque sumergido, o un bosque de arrayanes que parece sacado de un cuento en la zona de Bariloche.

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En la Patagonia del lado de Chile, la cosa no se queda en menos: un parque nacional que bien podría ser la escenografía de la Tierra Media en Torres del Paine, glaciares colgantes y pueblos apartados entre bosques milenarios, la carretera Austral…

3. Vas a sentirte en el “Fin del Mundo”.

La Patagonia tiene un territorio inmenso de unos dos mil kilómetros de norte a sur. Cuando llegas a la parte más austral y cruzas a la isla de Tierra del Fuego hay una atmósfera difícil de explicar: la desolación se vuelve magia junto con el viento, y es imposible quitarse de la cabeza la idea de que estamos en uno de los sitios más apartados y solitarios del planeta.

Aunque hay ciudades como Ushuaia o Punta Arenas (aunque esta ciudad no está en Tierra del Fuego si mira hacia la isla) que son importantes, nos sentiremos literalmente en el “Fin del Mundo”, con el aliciente de que los paisajes y lugares que ver son preciosos.

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4. Vas a querer convertirte en un explorador. 

La Patagonia llama a la aventura. Te darán ganas de tener un coche para salir a explorar las rutas desoladas, atravesar caminos polvorientos entre montañas y picos nevados, padecer el viento y el clima inestable (porque no todo será idílico, está claro) o la falta de gasolineras / estaciones de servicio.

La sensación de libertad está en sintonía con los horizones que se sienten infinitos y sin alterar, y esa sensación será lo que marque tu viaje. Patagonia es tierra para explorar, para dar rienda a la aventura, para sentir que llegas a un lugar que nunca nadie había visto antes (aunque no siempre sea así).

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5. Pasarás por experiencias y sensaciones irrepetibles en plena naturaleza. 

Sentir crujir como truenos los bloques de hielo del glaciar Perito Moreno y que se te erice la piel una y otra vez, caminar sobre el mismo glaciar hasta sentirse en medio de un sitio de fantasía….

….Llegar al amanecer a la base de torres del Paine para ver despertar las torres de roca entre las nubes….

….navegar junto a icebergs tan cerca que hasta sientes que puedes tocarlos (o incluso caminar en una playa con icebergs en sitios como el PN Torres del Paine), explorar por los mares del Fin del Mundo en torno a Ushuaia.

La lista podría extenderla y siempre me genera emoción recordar cada uno de esos momentos y lugares.

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Patagonia es un lugar para recorrer y pisar al menos una vez en la vida, y tan inmenso como para querer volver y continuar inmersos en ese ensueño.


 

Artículo escrito por Matías Callone originalmente publicado en el portal 101 lugares increibles.

Todas las imágenes pertenecen al autor del post Matías Callone


 

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