jueves. 28.03.2024
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Foto: wirestock

Cuánto tiempo es mucho tiempo

Juanjo San Sebastián

Desnivel

Madrid, 2020

175 páginas

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“Posiblemente mi mayor logro es que la vida que estoy viviendo se parece mucho a la que quiero vivir”.

¿Hasta qué punto somos el paisaje que habitamos? ¿O qué quiere decir esta expresión? ¿Qué se supone que significa quererse a uno mismo? Son pocos los que han conseguido ver la vida como un paisaje, y contadas las ocasiones en que lo lograron. Con frecuencia, este don tiene que ver con la proximidad de la muerte y a lo que nos acerca es a la serenidad. El efecto de la desaparición de las personas es de un impacto destructor, pero puede llevarnos a conclusiones emocionales muy balsámicas. De este cariz, de esa forma de quererse a uno mismo, de ese tono de entender la vida, es el paso por la Tierra, y por la literatura, de Juanjo San Sebastián (Bilbao, 1955), que en este libro, Cuánto tiempo es mucho tiempo, se vuelve a mostrar como el maestro que esclarece, que entiende que la luz sirve para alejar la oscuridad y no para deslumbrarnos.

Los artículos que componen la obra están escritos durante muchos años, tantos como lleva él dedicado a la aventura, y revisados desde el presente, es decir, desde la memoria. Es posible que el futuro no exista, sí, incluso que no exista el pasado. Existe, eso es seguro, el relato del pasado. Sobre ese anhelo, que no carece de romanticismo, Juanjo San Sebastián riega la memoria, que es un humo muy dulce que vaga entre todas las células del cuerpo. Nos enfrentamos a una revisión de la historia contemporánea, porque la historia no es parte de quienes están empeñados en escribirla, sino de quienes la viven. Las experiencias de Juanjo San Sebastián sólo son posibles en una época en la que se pudo compaginar tener sueños con realizarlos: disfrutar de tenerlos y disfrutar de esculpirlos: “no es posible eliminar el deseo de conocer lugares remotos hasta después de haberlos conocido”. Eso, y la relación de aventuras, nos implican en la historia de los últimos años, pero no es ahí donde hallaremos la esencia del libro. Esta es una obra sobre personas y por tanto sobre los cambios, sobre la distancia más corta entre dos puntos, que es la vuelta al mundo, como expresan dos de los amigos más queridos por Juanjo San Sebastián: Eduardo Martínez de Pisón y Sebastián Álvaro. Porque adentrarnos en los párrafos de la obra supone irnos enamorando, junto al autor, de la gente que le rodea.

Ellos son los protagonistas, en una demostración de que en este paso por el mundo lo único que importa es querer y ser querido, eso que se resume en la palabra amistad. Es cierto que la presencia de la muerte, la conciencia de los límites, y sobre todo la pérdida, son lagunas que interrumpen el sendero. Y como tales las trata Juanjo San Sebastián, que sabe entender que en la muerte no tienen por qué brotar sentimientos dañinos, que también los sentimientos nobles pueden hacernos más y más humanos en esas ocasiones.: “Aprendí que el dolor intenso es pasajero. El vacío no”, afirma quien aprende a vivir con ello, porque la vida se impone. Se impone la búsqueda y la experiencia de la libertad, la búsqueda y la experiencia de la felicidad:

“Pero cuando me pongo a pensar en los momentos más felices que yo he vivido, veo que todos esos momentos han sucedido después de horas, de días de esfuerzo, de cansancio extremo, de incertidumbre. A veces también de hambre y de sed. Y de noches de miedos (…). Esos momentos felices duran muchísimo menos de lo que dura el camino que conduce hasta ellos”.

“De todas las cimas, lo más importante es el viaje que existe entre ellas”, dice este montañero, que va dejando a su paso un rastro de amigos incondicionales, de gente por la que daría la vida y que darían la vida por él, alguien que valora por igual las laderas del Everest y las de Picos de Europa, pues en todas ellas uno se encuentra con los demás, que son quienes dan sentido a los días: “A mí me gusta la gente que aun pudiendo ganar, no lo hace. Porque prefiere quedarse junto a sus amigos”. Leer estos artículos es convivir con un maestro, con alguien que roza eso que, ofendiendo la humildad que transmite la obra, roza la sabiduría.


 

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