viernes. 29.03.2024
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La humanidad parece siempre enfrentar una disyuntiva extrema, como si tuviera que decidir entre fuerzas conflictivas y fuerzas conciliadas, homogeneidad y heterogeneidad, competencia y colaboración, guerra y paz. En una era de globalización intensificada, estos escenarios están frecuentemente enmarcados por discursos que plantean choques entre civilizaciones o por el contrario, que alaban la diversidad cultural como la piedra angular del diálogo intercultural.

Globalización, diversidad y surf

El actual reconocimiento de la importancia de la diversidad como valor central es el resultado de una creciente conciencia sobre la globalización y sobre la interconexión de los asuntos culturales, políticos, económicos y sociales en un mundo que se ha encogido. El desarrollo de esta concientización está relacionado de manera muy cercana a la creciente complejización de los flujos de personas, bienes, capital e información. Con segmentaciones étnicas más complejas, repertorios de información y diferencias culturales favorecidas por la compresión del tiempo y el espacio, la diversidad cultural se ha politizado más, tanto dentro de los estados y a nivel global, como en numerosos deportes, entre ellos el surf. La política de la diferencia ha evolucionado rápidamente convirtiendo las demandas de reconocimiento cultural y étnico en arenas importantes de las luchas político-sociales contemporáneas, cómo ya os hemos contado en la lucha de surfistas por los derechos de la mujer en Irán o en la lucha de muchas surfistas para ser reconocidas como deportistas y no cómo objetos sexuales. Consecuentemente, muchos discursos, ideologías y utopías abordan el problema de la diversidad cultural. La culturalización de los conflictos políticos, especialmente aquellos relacionados con demandas de ciudadanía basadas en identidades étnicas, ha reforzado las ideologías de pluralismo y multiculturalismo.

Es cierto que la globalización aumenta la exposición a la diferencia y hace la diferenciación social más compleja. Pero los discursos sobre la diversidad, así como sobre el universalismo y el particularismo, están relacionados con las tensiones existentes entre las partes constitutivas de cualquier sistema social, especialmente aquellos sistemas sociales insertados en dinámicas de crecimiento y expansión. Las tensiones entre las fuerzas de la centralización y la descentralización son inherentes a la expansión capitalista, por ejemplo. La triunfante expansión global contemporánea del capitalismo ha maximizado esas tensiones. La lucha por la diversidad cultural forma parte de manera creciente de la lucha en contra de las tendencias centralizadoras del capital global en sectores económicos como las telecomunicaciones y las industrias culturales. Pero la defensa de la diversidad cultural puede reflejar también la concientización de las corporaciones transnacionales sobre la naturaleza “glocal” de la economía política. Los procesos de centralización están relacionados con la acumulación del poder, homogeneización, e incluso producción estereotipada y la producción de taxonomías para controlar las diferencias. Los procesos de descentralización están relacionados con la diseminación del poder, la heterogeneización y la producción de diferencias para crear taxonomías que permitan beneficiarse de la diversidad. Sin embargo, la descentralización puede ocurrir de maneras que también refuercen la acumulación de poder; maneras que implican sistemas organizacionales y de control más sofisticados y flexibles ya que están localizados en campos atravesados por fuerzas paradójicas. En escenarios como estos, ocurre la “descentralización con centralización”, un oxímoron que Saskia Sassen (1991) utiliza para explicar algunas de las dinámicas de la globalización contemporánea. En procesos de descentralización con centralización, el manejo de la diversidad adquiere importancia estratégica mayor, mientras que la uniformización es relegada a un segundo plano. La diferencia se convierte tanto en un bien como en un problema; como tal, es necesario conocerla y domarla

Diversidad en la industria del surf y como subcultura

Hace unos años, hubo un gran escándalo por las palabras de Mick Fanning "Fucking Jews" ("jodidos judíos") en un controvertido artículo de la Revista Stab. Tan relevante en 2010 como ahora, creo que es hora de dar un paso atrás y considerar esta intersección en el diálogo de la diversidad y el surf (especialmente con respecto al lenguaje que usamos para desarrollar nuestro discurso) antes de que la cultura de surf se de contra la gran muralla de la homogeneización, en una dirección que más tarde lamentará. Si echas un vistazo a algunos de los movimientos de los medios de comunicación que han ganado fuerza en los últimos años, encontrarás un clima peligrosamente inhóspito para la diversidad. Algunos artículos a mencionar serían: "Relatos de un jodido judío" (Tales of a Fucking Jew), "¿Controlan los judíos el surf?"  "Surf Hipster o Gay?" o “Super Breed Descends.” Este último artículo utiliza la palabra inglesa "negro" (traducción aproximada sería negrata) para referirse al surfista jamaicano Icah Wilmot. Cuando una lista de artículos de surf podría ser propaganda de Aurora Dorada o no hacerle ascos a la que hacía en su día Goebbels, podemos decir que el surf tiene un problema.

Aunque no necesariamente pienso que esos autores intentaron atacar directamente a las comunidades judías, gays o negras (el título no lo es todo), si que denota una atmósfera de intolerancia dentro de la comunidad de surf, lo cual es una preocupación viable considerando la homogeneidad racial dentro de los epicentros de la industria del surf (solo hace falta entrar en la página The InertiaSurfer Magazine o cualquiera a nivel nacional como Wipeout para darse cuenta de que no estamos precisamente en un crisol de culturas) Y eso, no es precisamente cool. En serio, es irresponsable como medios de distribución de noticias e ideas, y como agentes sociales es destructivo. Hay algunas historias realmente interesantes que contar acerca del género, raza, la religión y el surf. 

Los surfistas vienen de todos los rincones del globo, colores y tamaños, y los que han viajado en busca de olas pueden afirmar que el surf es el unificador definitivo. Unifica lo más desigual de la gente. A comienzos de este año, la revista online Mar Gruesa, sacaba un video-artículo titulado "SANTO TOME. SURF ISLEÑO EN LA ÁFRICA NEGRA." Con este título y conociendo la escena surf de las islas, se esperaba un muy apetecible vídeo que arrojase algo de diversidad cultural en la escena surf. Sin embargo (¡oh sorpresa!), nos encontramos que este vídeo lo protagonizan Beyrick De Vries y William Aliotti junto a John Micheletti. Santo Tomé y Principe es, no obstante, el miembro número 78 del ISA (International Surfing Associaction) y tiene una comunidad local con mucho potencial.

Otro documental en el que si que sale algún surfer local es la americanada The Lost Wave: An African Surf Story, en la que se perpetúa la imagen del hombre blanco como ente cuasi-divino frente a la población africana, que se la pinta como pobres desgraciados que surfean tablas cochambrosas. Hay también otra cara más positiva, que fomenta la diversidad desde el punto de mira de la comunidad local, como nos lo demuestran los compañeros de SURF Portugal en su artículo "Plantando la semilla del surf femenino en Santo Tomé y Príncipe"

Imagen vía

La emergencia de múltiples voces diferenciadas en los debates en cuanto al surf, pero también al océano y la protección del medioambiente, es necesaria. Junto al crecimiento constante de la sensibilidad hacia la diferencia, en el curso de la última década se ha transformado la “diversidad cultural” en un objeto de deseo que demanda nuevos modos más creativos de interpretación. Walter Mignolo (2000) acuñó la expresión “diversalidad” para designar la diversidad como un proyecto universal en lugar de la abstracción universal proveniente de las perspectivas hegemónicas. La diversalidad se entiende como una renuncia a las definiciones clásicas de universalidad y de ver en la diversidad el principio fundamental de la creatividad. La diversalidad debería ser “la inexorable práctica del cosmopolitismo dialógico y crítico más que el proyecto de una sociedad ideal futura planeada desde un solo punto de vista (el de lo abstracto universal) que nos regresaría (¡otra vez!) al paradigma griego y a la herencia europea” (Mignolo, 2000:744). Considerar la diversidad como un nuevo universal no es, sin embargo, suficiente. El problema sigue estando en donde siempre estuvo: en la relación entre lo particular y lo universal, y cómo podemos encontrar soluciones a la problemática. El surf es una poderosa herramienta de desarrollo costero, de patrimonio cultural y desarrollo rural, pero es necesario incluir a las poblaciones locales y hacerlas protagonistas del contexto. El surf crea comunidad y lazos internacionales, pero también es capaz de crear fronteras y dividir grupos.

Los surfistas han creado su propia subcultura, que se ha asociado a conceptos como el ambientalismo, la masculinidad, el lugar y la no conformidad, pero el creciente alcance global del deporte ha creado comunidades de surf transnacionales que cuestionan la definición de lo que significa ser un surfista local. Como en este estudio etnográfico de surf en Nicaragua, publicado en el Journal of Sport and Social Issues, se vio que los surfistas han formado su propia subcultura local de influencias globalizadas que determinan si los extranjeros son aceptados o rechazados de esta subcultura depende de un conjunto complejo de factores relacionados con su relación con los surfistas locales y la comunidad indígena local.

Creo que es realmente importante para los medios de comunicación reconocer que no todo el mundo que surfea es blanco

Esta subcultura en muchos casos reproduce la idea del surfista autraliano, normalmente aquel del varón joven y de origen caucásico. Esta tendencia de homogeinización cultural de la escena surf dentro de nuestro imaginario lleva a diversos problemas etno-culturales. En una entrevista a Tetsuhiko Endo en huck magazine, comentó la problemática a través de su experiencia en Australia:

"La hegemonía anglo-celta [en las playas australianas] significa que este grupo muy rara vez tiene que cuestionar la raza / etnia en la playa, a menos que los recién llegados sean diferentes o destaquen. Entonces la pregunta sería sobre "ellos" en lugar de "nosotros". La blancura se ve como normal y, por lo tanto, se vuelve invisible como una categoría racial o étnica ".

En sociología, hay cuatro tipos diferentes de discriminación, lo que encontré mirando al surf es que estamos tratando con discriminación sistémica. No es que como surfistas seamos racistas, es que la discriminación es inherente a la cultura del surf como la entendemos ".

Como el Dr. Clifton Evers, del departamento de Estudios Culturales de la Universidad de Nottingham en Nongbo, China señala que puede ser  que el surf no esté, en efecto, dominado por la gente blanca, sino que más bien es sólo cómo lo imaginamos, la representación mental que generamos. "No ha habido censos, pero tienes desde hawaianos, indonesios, japoneses, taiwaneses, latinoamericanos, mexicanos, africanos, chinos, de Oriente Medio... todos están surfeando "

Entonces, ¿por qué no vemos la diversidad de esta realidad en la industria del surf? "Creo que es realmente importante para los medios de comunicación reconocer que no todo el mundo que surfea es blanco", dice Tom Hewitt, fundador de Umthombo, una ONG sudafricana que, entre otros programas, enseña a los niños de la calle en Durban cómo surfear. "Es casi un enjuiciamiento el hecho de poner sólo a surfistas rubios en las revistas con el fin de vender algo".

La venta es lo que la industria voraz del surf está diseñada para hacer (como casi cualquier otra megaindustria en el actual sistema capitalista), y si el pelo rubio y los ojos azules, los pechos grandes y bikinis diminutos es lo que vende, entonces la realidad es sólo una nota al pie de la historia del todopoderoso capital. Miremos, por ejemplo a la historia ampliamente usada por la mayoría de las marcas como máximo esplendor del surf moderno: un grupo emprendedor de los embajadores culturales trae un deporte de la isla real, pero con aires místicos y todo el mundo (el tercero, normalmente) se regocija y alaba a los aventureros

 

 

El surf, en el contexto del colonialismo y capitalismo se convierte en la base para el turismo, como por ejemplo en Hawai o Indonesia. Usando el estilo de las novelas de aventuras a lo Jack London, imaginamos estilos de vida despreocupados, pero sin tener que abandonar nuestras comodidades y valores occidentales. 

En cierta manera, hemos hecho de los surfistas estadounidenses y australianos mitos, casi dioses griegos. A los polinesios, les hemos relegado a los museos, a los negros les hemos convertido en anomalías, a las mujeres en objetos sexuales de consumo, y todo lo demás es, básicamente, irrelevante. Lo hacen limpio, estéril, fácil para el consumo público. La gente no quiere conocer las complejidades de la cultura de surf, como lo hicieron los líderes tribales y quién pudo surfear qué ola, o cómo se relacionaba con la religión. No tienen tiempo. El surf se ha vuelto una marca

Las discusiones de diversidad cultural, étnica, de raza o género no hacen buenos anuncios publicitarios. Encontramos aquí una curiosa paradoja: un montón de surfistas  quieren huir de todo lo controvertido. Tienden a ser independientes, despreocupados y el surf para ellos va sobre diversión, amor y espiritualidad. Quieren mantener la política fuera de ella, hasta que un spot de surf se ve amenazado. Es tentador pintar a los surfistas como ignorantes de los problemas raciales, pero eso es falso. En la Encyclopedia of Surfing, Matt Warshaw postula que los surfistas nunca han abandonado completamente la idea de practicar surf como un deporte hawaiano, y por lo tanto polinesio, con héroes como Duke Kahanamoku, Eddie Aikau y Dane Kealoha aún venerados como pioneros. 

Puede ser  que el deporte no deba ser utilizado como arma política. El deporte es una forma en que los jóvenes se unan y se experimente con la cultura . Puede también que muchos surfistas no sean racistas, pero hay un problema de actitud: el localismo. Y es fácil equiparar localismo con racismo y fanatismo. Creo que los surfistas necesitan darse cuenta de que si le dices a alguien que salga del agua sólo porque son de un lugar diferente, no eres mejor que un racista. Puede que estos dos conceptos, racismo y localismo no sean lo mismo, pero se asemejan bastante y si eres el que está atrapado en el exterior de la dualidad "ellos-nosotros", osea , "uno de ellos, no uno de nosotros" te tendrás que preguntar más acerca de la base de este sentimiento segregacionista.


Fuentes y Referencias

Ribeiro, Gustavo Lins, 2009 La Diversidad Cultural como discurso global, Balajú. Revista de Cultura y Comunicación de la Universidad VeracruzanaAño 3, número 5 Creative Commons License  This work is licensed under a Creative Commons Attribution 3.0 License. Adaptación usada del original, siguiendo CCA 3.0

Sassen, Saskia, 1991. The global city. New York, London, Tokyo. Princeton, Princeton University Press.

Mignolo, Walter D., 2000. “The Many faces of Cosmo-polis: Border thinking and Critical Cosmopolitanism”. Public Culture, 12 (3): 721-748.

Endo ,Tetsuhiko, 2016, Is surfing plagued with a racist streak?, Husk Magazine

Lindsay E. Usher, Deborah Kerstetter, 2015 Surfistas Locales: Transnationalism and the Construction of Surfer Identity in Nicaragua, Journal of Sport and Social Issues Vol 39, Issue 6, pp. 455 - 479 


 

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